Navidad

Bon Nadal, amic

La Razón
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Tras varios días electorales intensísimos por aquí, una empieza a sentirse como en casa. La ciudad brilla y enamora como pocas. Este aire cosmopolita que desprende el centro urbano y marítimo contrasta con una realidad política y social de diván crónico, nacionalista y no. Con una división identitaria, con un nudo diabólico en la garganta. Lo digo sin malicia, con ojos de turista encariñada e interesada, sobre todo, en comprender. Vayas a donde vayas, el monotema persiste, el Procés enturbia mesas familiares y todo tipo de escenas cotidianas. «Sí, sí, me dice usted que brillan los monumentos, pero aquí nos falta el color amarillo porque el Gobierno lo prohíbe, así es el PP», me explica un taxista. «Hombre, aquello fue una decisión judicial, no política», le respondo yo, bajito (no sé por qué me meto en estos jardines...). El taxista sigue explayándose en su diván, erre que erre:

-Es absurdo prohibir el amarillo, ¿no cree?

-Han pasado cosas muy surrealistas, cierto. ¿Qué le parece que Puigdemont se haya fugado? ¿Por qué no le pasa factura?

-Bueno, la gente ha votado a su partido, que no es peor que los demás.

-Su partido es la antigua CiU de Pujol, un clan máster en corrupción.

-Depende de cómo se mire. Yo firmo ya si cualquier Govern me va a robar como máximo el 3% de sus ingresos.

-Que nos conformemos con ladrones del 3% es un típico pensamiento español, amigo.

Tiempo muerto. Silencio largo en el diván. Sigue ciego mi chófer, hacia su destino.

-Estamos llegando. Cuidado con esos de ahí fuera, con tanto músculo pueden ser gais o policías.

-Uy, entonces estaré segura. No me ha hablado de la ganadora de las elecciones.

-Dicen que Arrimadas es ultra. Tiene detrás a Aznar y al IBEX 35.

-¿Quién lo dice? Quizá los que la llaman mala puta, facha o cerda.

(El corazón me pedía rebatirle argumentos. Le explicaría que seguí a Ciudadanos en su noche electoral y que me alegré francamente por Arrimadas, digna vencedora. Le contaría que no puedo comprar que dos millones de independentistas sean auténticos catalanes y otros dos millones, inmigrantes inadaptados. La policía no me da miedo, sino lo contrario. El padre de Arrimadas fue policía; el mío, militar. ¿Y qué? Le rogaría que huya de bandos ofendidos, de burros con orejeras... Pero me callo. Y salgo del taxi). Bon Nadal, amic.