Gobierno de España
¿Borboneos?... Devaneos
«Que nadie vaya buscando en esta casa ni influencias ni motivaciones ni devaneos políticos». Es la frase textual con la que un más que autorizado portavoz de «la Casa» respondía a la llamada de un periodista a propósito de la intención de Albert Rivera de pedirle al Rey que convenza a Sánchez para abstenerse en la investidura de Rajoy y a éste para que negocie. En los últimos tres días prácticamente se ha dicho todo sobre el asunto, pero sigue chocando en un político cuya trayectoria hace poco menos de un año apuntaba incluso a la Moncloa, una sucesión tan encadenada de errores ahora haciendo tabla rasa a la hora de aplicar según qué criterios de estrategia política.
Mañana y hasta el próximo jueves 28 arranca una ronda de contactos del Jefe del Estado con los líderes de los partidos que no va a ser ajena, nos guste o no, a las interpretaciones sobre lo que a cada dirigente supuestamente le ha dicho al Monarca o viceversa. Tal vez por ello en esta ocasión adquiere un mayor interés lo que puedan decir a posteriori de poner pie en Zarzuela tanto Sánchez como Rajoy y, sobre todo, un Albert Rivera que en realidad –y sin reparar en el claro mandato constitucional que acota posibles tentaciones de la corona de inmiscuirse en el día a día político– lo que ha pretendido es no tanto presionar al monarca como al líder del PSOE para que tome la vía de la abstención. Nuevo error o, al menos, movimiento de ficha difícil de entender. Es él quien debería cerrar un acuerdo con el Partido Popular en lugar de presionar a otros. Es Ciudadanos la formación que, por cercanía ideológica y de valores, sigue teniendo la llave de una mayoría minoritaria de 170 escaños que sería incontestable para el Partido Socialista. Todo lo demás es cargar la responsabilidad sobre otros, incluido Felipe VI, en lugar de recoger el guante del auténtico diálogo sin falsos y casi estúpidos escrúpulos y recelos.
Es cierto que Aznar gobernó en su primera y más exitosa legislatura liderando un grupo de sólo 156 escaños, pero su pacto con nacionalistas vascos y catalanes –por entonces grupos «moderados»– y con regionalistas canarios y del «PAR» sumó un lógico frente de estabilidad. Ahora la situación es distinta porque esas formaciones han tomado otro rumbo y es precisamente Ciudadanos la fuerza parlamentaria que hoy recoge ese testigo de moderación. Ni se puede gobernar con 137 escaños ni se hubiera podido con 156 si no hay alguien –teniendo en cuenta que al PSOE le toca el papel de oposición alternativa– que asuma ese obligado rol y que es a Ciudadanos a quien parece corresponderle en esta página de nuestra historia.
De no ser así, sólo uno está en disposición de «subir la apuesta» y ese es Rajoy. Es cierto que el presidente en funciones tendría que tragarse, de ir a terceros comicios, unos presupuestos no natos con el consiguiente quebranto para el país, pero los hastiados votantes esta vez serían inmisericordes con los actores del «devaneo».
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