Alfonso Ussía
Cacareo gallináceo
España es la única nación del mundo libre en la que recordar que cumplir con las leyes y los deberes se puede interpretar como una amenaza fascista. No entiendo el lío que se ha montado como consecuencia de las palabras del ministro de Defensa, Pedro Morenés. Escribí días atrás que en nuestras Fuerzas Armadas, calladas, abnegadas y disciplinadas – además de su admirable operatividad–, no se oyen ya los ruidos de sables en las residencias de oficiales o salas de banderas. Ecos silenciados de otro siglo. Pero a las Fuerzas Armadas hemos encomendado, con abrumadora mayoría e individualmente como sujetos constituyentes «garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional», actuando siempre a las órdenes del Gobierno. No hay ruidos de sables, pero tampoco olvido de los deberes encomendados.
El ministro Morenés no ha dicho ninguna barbaridad, ni ha amenazado, ni coaccionado, ni pretendido asustar a nadie. Ha respondido a una pregunta clara con una respuesta tan clara como la cuestión. «Si todo el mundo cumple con su deber, le aseguro que no hará falta ningún tipo de actuación». Y ya le han dicho golpista, fascista, energúmeno y demás lindezas. El enfermo ante el doctor, que le recomienda: «Si usted cumple con su plan de recuperación y abandona la bebida, su hígado se regenará. De lo contrario, en muy poco tiempo padecerá una cirrosis hepática». «Doctor, es usted un fascista, un energúmeno y un antidemócrata».
Corrían los peores años del terrorismo etarra. Felipe González ocupaba la Moncloa y gobernaba con el apoyo de una mayoría parlamentaria abrumadora. Los españoles desayunábamos todos los días con la noticia de un inocente asesinado. Arzallus no había enloquecido del todo, y cuando un periodista le habló de la proclamación unilateral de la independencia del País Vasco, respondió con altanero desprecio. «¿Independencia? ¿Para qué? ¿Para plantar berzas?». Pero otros del PNV y del entorno del terrorismo no pensaban lo mismo. En una cena en la «Bodeguilla» – creo que estaba presente el gran José Luis Martín Prieto–, un invitado le preguntó a Felipe González: «Si El PNV declara la independencia, ¿mandarías al País Vasco los tanques?». Y Felipe González, primero serio y posteriormente irónico, vaticinó: «Por supuesto que lo haría. Se trataría de un deber constitucional. Y lo llevaría a cabo sin titubear. Por otra parte, aunque no mandara los tanques hacia arriba, ellos se irían solos». En aquellos tiempos sí se oían ruidos de sables contra el terrorismo. Y los sables se envainaron, y soportaron los uniformados toda suerte de insultos y entierros, y aun así, no abandonaron el camino del deber y la disciplina. Y lo que dijo el Presidente González, se interpretó como una broma.
El ministro de Defensa se ha limitado a responder lo que le han preguntado. Cumplimiento de la Ley y del deber. Con la Ley y los deberes cumplidos, no hará falta ningún tipo de actuación.
¿Se considera grave, antidemocrático y peligroso que un ministro recuerde que la Ley y el deber son de obligado cumplimiento? También lo ha recordado ante el Rey el Presidente del Tribunal Supremo y del CGPJ, Carlos Lesmes, en la apertura del año judicial. Y hasta la Fiscal General, la muy prudente y calladita Consuelo Madrigal, se expresó con parecida lógica, que no contundencia. No es contundente ni amenazador afirmar que las leyes y los deberes están para ser cumplidos, y que fuera de ellos, ni hay libertad ni hay democracia. Los golpistas son los que se saltan las leyes, no quienes las defienden. Y los energúmenos fascistas los que quieren obligar a más de la mitad de los catalanes y al resto de los españoles a someterse a sus mentiras e infecciones históricas.
El militar no opina. Lo tiene prohibido. Trabaja y calla. Y cumple con sus deberes, y si es necesario, acata las órdenes del Gobierno. En todas las naciones civilizadas del mundo sucede lo mismo. Y nadie cacarea como gallina desplumada y asustadiza.
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