Carlos Rodríguez Braun
Cajas democráticas
Continúa el desfile de los antiguos consejeros y directivos de Caja Madrid ante el juez a cuenta de las «tarjetas black». En un abanico de copiosa casuística, me llama la atención una asimetría. Observo un generalizado rasgado de vestiduras, porque todo el mundo se declara escandalizado ante lo que ha sucedido. Por otro lado, nadie parece ser consciente de la más antigua de las regularidades éticas, a saber, que la virtud es, también, una cuestión de oportunidad. Entiéndase bien: he dicho «también», no digo que ante las oportunidades de no cumplir reglas, todos lo hagamos. Dichas circunstancias han de ser tomadas en consideración, salvo que se crea que todos somos santos; y además, la política amplía considerablemente dichas oportunidades, y las cajas fueron el reino de la política, en un doble sentido. Los políticos, democráticamente elegidos, decidían democráticamente quiénes iban a ocupar los cargos principales en unas entidades que, no se olvide, llegaron a representar la mitad del sistema financiero de nuestro país. De otra parte, una vez que eran elegidos, esos directivos operaban también con el habitual estilo de los partidos políticos democráticos, a saber: negociaban. Y en esa negociación estaban las retribuciones de toda suerte, tarjetas incluidas. Así se entiende que Blesa, elegido democráticamente con los votos del PP, se mantuvo como jefe de Caja Madrid merced a un acuerdo democrático con los comunistas. Eso permitió el enorme e insólito poder que durante muchos años ostentó Moral Santín, de IU. Dirá usted que estoy abusando sarcásticamente de la palabra «democracia». Pero no, porque el proceso que benefició a personas de todos los partidos políticos, y sindicalistas de puño en alto, tarjeta en bajo, y marisco en gaznate fue democrático. Lo digo para que lo recuerden los señores de Podemos y demás progresistas que están pidiendo, con la que ha caído, una «banca pública con control democrático». Eso fueron muchas cajas de ahorros.
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