Restringido

Cambio y aire fresco

Las elecciones municipales y autonómicas se han saldado con una caída del PP de diez puntos y casi 2.500.000 votos. El PSOE se ha quedado a tan sólo dos puntos de ser la fuerza política más votada. Hay quien hace la lectura de que el Partido Socialista está pisando los talones al PP, que queda poco para el «sorpasso» y que es cuestión de unos meses.

La prueba del nueve que avala el éxito es el número de gobiernos a los que va a tener posibilidad de acceso en función de los pactos que se consigan alcanzar. Sin duda en unas pocas líneas puede establecerse la argumentación para interpretar un éxito el pasado domingo del principal partido de la oposición. Pero, estos mismos datos pueden describir otro escenario sustancialmente diferente con un análisis más adecuado que debería contemplar algunos otros datos.

Es cierto que el partido del Gobierno se ha desplomado de manera similar a como lo hizo el PSOE en el 2011, pero no es menos cierto que el Partido Socialista ha seguido perdiendo votos, casi 700.000 con respecto a hace cuatro años, que representan dos puntos electorales, cosechando el peor resultado de la historia. La lectura correcta no es que el PSOE se haya acercado al PP, sino que el PP se ha acercado al PSOE.

Un elemento que debe inducir a la reflexión es que el PSOE ha mostrado una mayor debilidad en los grandes núcleos urbanos que en el resto de áreas. El resultado electoral de Madrid es una muestra que ha generado una convulsión mediática y política. Pero este fenómeno no es una cuestión específicamente madrileña, si bien la mayor conturbación urbana es la capital y, por tanto, todos los procesos políticos se producen antes y son más agudos.

Entre las trece ciudades más grandes de toda España sólo ha logrado un victoria electoral en Córdoba y ha conseguido ser segunda fuerza en las dos ciudades más grandes de Andalucía, Sevilla y Málaga. El socialismo andaluz es el que se ha comportado con mayor fortaleza y estabilidad, también en los núcleos urbanos. En el resto –Barcelona, Valencia, Zaragoza, Bilbao o Coruña– el PSOE ha sido tercera o cuarta fuerza política.

Evidentemente, el problema no lo tiene todo el ejército de candidatos que presentábamos los socialistas en todas las ciudades, el problema lo tenemos los socialistas en los grandes núcleos urbanos. La tentación es buscar responsables que sean económicos al sacrificarlos. Esto me recuerda a lo que le sucedió a los cátaros cuando mostraron discrepancias teológicas con Roma. Se hicieron fuertes en el Mediodía francés, y el delegado papal ordenó arrasar Languedoc, refugio de este movimiento. Cuando alguien le preguntó al delegado si no iban a salvar a los habitantes de la comarca que se habían mantenido leales a Roma, la respuesta fue que Dios sabría distinguir.

Se puede arrasar con todos los candidatos de las principales ciudades, pero desde luego ahí no está el problema. En los núcleos urbanos ha emergido una nueva izquierda que, al igual que Syriza en Grecia, representa otro concepto y una amenaza seria a la hegemonía política de la socialdemocracia. La situación es compleja y este momento político debe ser bien administrado. La fragmentación electoral puede hacer ingobernables algunas instituciones y la lectura que se haga de los procesos electorales debe ir más allá del propio resultado numérico.

En la economía de las organizaciones se ha escrito bastante acerca del papel del directivo en una organización. Cuando existe un conflicto de intereses entre el directivo y la organización, ¿el directivo hará lo que más se ajuste a sus propios intereses o lo que más se ajuste a los intereses de la organización? Es el momento de anteponer los intereses del Estado a los intereses de las organizaciones, y de anteponer los intereses de las organizaciones a los intereses personales directivos.

La política de pactos es determinante para el futuro de España y para el futuro del PSOE. En Andalucía, los ciudadanos nos pidieron a los socialistas seguir gobernando, y esa lectura deben hacerla el resto de fuerzas políticas. En cambio, en lugares como Madrid, la sociedad ha pedido cambio, y le ha otorgado al PSOE el doble papel de garante del cambio por un lado, y por otro, garante de equilibrar un gobierno municipal al que no se le han pedido radicalismos de ningún tipo, sino cambio y aire fresco.

El PSOE debe trabajar en tres cosas: recibir el apoyo en muchas ciudades de Madrid del resto de fuerzas de la izquierda para formar gobierno, hacer una prospección de las posibilidades de gobernar la Comunidad de Madrid, y estar en el Gobierno de coalición en la capital.