Copa del Rey

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Caprichos del destino

La Razón
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Final de Copa en Inglaterra entre Arsenal, 2, y Chelsea, 1. Wembley, abarrotado. Minuto de silencio sepulcral por las víctimas del atentado de Mánchester. Suena el himno inglés, que el público canta a capela. Solemnidad y respeto. Final de Copa en España entre el Barcelona y el Alavés. Faltó tiempo para regalar entradas a colegios e instituciones benéficas y cerca de 2.000 localidades del cupo azulgrana permanecieron vacías en el Calderón. Pitos al Rey y al Himno. Dan ganas de promover un «Spanexit».

La desconsideración, la mala educación y la falta de respeto son tan inherentes a la hinchada del Barça, sin obviar a determinada facción del Alavés, que hay partidos que o no deberían disputarse o jugarse en un campo vacío. Qué sentido tiene competir en un torneo que antes de rodar el balón sólo provoca protestas. El espíritu de la contradicción reina en la Copa, premio de consolación para el Barça, ese lugar en el Olimpo que persigue el Alavés después de quedarse a las puertas en Dortmund frente al Liverpool.

Una vez que el árbitro señala el comienzo del partido, las reivindicaciones ajenas al fútbol ya no tienen recorrido, ¿sentido?, Nunca. Mandan los 22 y, sobre todo, los genios. La jugada mil veces repetida de Messi con ese remate que el portero, que lo espera, que lo teme, no puede atajar, o la irrupción del talento descarado y superlativo, el de Theo Hernández, respondón al gol de Leo con un lanzamiento de falta magistral. Golazo en el último encuentro del Vicente Calderón de un jugador del Atlético cedido al Alavés que, por 30 millones, jugará la próxima temporada en el Real Madrid.

Caprichos del destino, que en la agonía del primer tiempo dibujó un avasallador 3-1 favorable al Barcelona. No merecían los vitorianos tanto castigo. Que culpen a Messi, el metrónomo.