Irene Villa
Carmen Miranda
Quiero homenajear a un gran ejemplo de mujer a quien acabamos de dar el último adiós. Carmen Miranda vivió gran parte de su vida volcada en los demás. Especialmente desde que un acto de la banda terrorista ETA en febrero de 1992, para forzar al gobierno de entonces a la negociación, la dejó viuda con dos pequeñas adolescentes, Mercedes y Elena, a las que sacar adelante y con un millón de preguntas sin respuesta. Aquel trágico día cinco hombres jóvenes fueron asesinados en la plaza de la Cruz Verde. Los etarras activaron un coche-bomba con cuarenta kilos de explosivo al ver pasar el vehículo militar en el que viajaban. Carmen Miranda, quien junto a mi madre, ha estado tantos años activa plantando cara al terrorismo con una entereza y valentía que a veces echamos en falta, era una mujer, ¡cómo cuesta hablar en pasado!, para mí sigue siendo, una mujer valiente. Con su sencillez y serenidad acompañaba a las víctimas a los juicios y no os imagináis la gallardía con la que se dirigía a los etarras. Pero es que tampoco se callaba delante de los políticos con quienes no tuvo reparo en defender con vehemencia y elegancia la memoria, la dignidad y la justicia. La sinceridad hecha persona, esta brava mujer nacida en El Bierzo, despertaba respeto y admiración. Con qué orgullo contaba yo su historia y su ejemplar actitud cuando asistíamos a algún acto y las flores iban para mí. Pese a quedarse siempre en segundo plano, siempre sobresalía y todo el mundo se rendía a su fuerza y carisma. Lectora fiel, por cierto, de LA RAZÓN, jamás se amilanó, ¡no se le ponía nada por delante! Un alma grande, maestra, ejemplo y consuelo de tantos. Ya estás con Ramón, ¡lo orgulloso que tiene que estar de ti! Le habrás hablado de las tres preciosas nietas que tenéis y de su nieto tocayo, que sin duda heredó mucho de él. De lo que vais a cuidarles desde el cielo. De lo que os vamos a extrañar desde aquí.
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