Alfonso Ussía
Cartulinos
Se han financiado y crecido con el dinero de dos regímenes asesinos y exhiben en el Congreso unas cartulinas reclamando los derechos humanos. Se han identificado con terroristas de la ETA y exhiben cartulinas en pro de los derechos humanos.
«No están de acuerdo con algunas acciones» de Iñaki de Juana Chaos, y van con sus cartulinas de los derechos humanos. Agasajan a Otegui y calumnian a Felipe González, y ahí están con sus cartulinas de los derechos humanos. Asaltan con máscaras la Facultad de Derecho de la UAM impidiendo la libertad de la palabra y hablan de los derechos humanos. Entre los enmascarados, pancartas a favor de la ETA, la banda terrorista que, según ellos, sus miembros sufren la venganza del Estado de Derecho con una prisión injusta. Los enmascarados venían de fuera, y ocultaron sus rostros para no ser identificados. No eran estudiantes de Derecho de la UAM, sino enviados especiales y violentos de Podemos. En el motín del CIE de Aluche, un motín «pacífico» en el que los amotinados destrozaron todo el mobiliario y agredieron a las Fuerzas del Orden Público destacó una ausencia. La de Pablo Iglesias, que estaba –como casi siempre– en el único espacio que domina, un plató de televisión, en esta ocasión invitado por Susanna Griso. «Gracias a estos motines tenemos democracia», dijo el macho alfa de las chicas de Podemos. Y a la mañana siguiente, con sus cartulinas de los derechos humanos a protagonizar otra payasada en el Congreso. «ETA fue un movimiento político», y exhibió el cartulino su cartulina. «Disfruto cuando veo cómo golpean los manifestantes a los policías», y mostró la cartulina. Eran pocos, porque el resto de los diputados estarían en la cama, pero Iglesias, Irene Montero y el pobre Garzón enseñaron sus cartulinas. Sin turno de palabra, Iglesias gritó con su violencia acostumbrada y su falta de educación precisa e indiscutible. Depositaron las cartulinas en los escaños de los ministros, que también se hallaban sin culo ocupante. Pero el cinismo recurrente empieza a ser insoportable. El pobre Garzón lo confesó días atrás. «Por las urnas, jamás conseguiremos gobernar». Pues ya me explicará cómo piensa llevarlo a cabo. Carmona los ha llamado «fascistas». No, Carmona. Son comunistas. Usted no está apoyando en Madrid a un partido fascista, sino a un grupo desordenado de comunistas del pasado siglo. El fascismo, para que usted lo sepa, es el movimiento que se crea en la burguesía para combatir al comunismo. La dictadura del proletariado crea la reacción burguesa. Usted, Carmona, está sosteniendo en Madrid a los comunistas que insultan y llaman «asesino» a Felipe González, al que acusan de ser el responsable de la defenestración del viajero Sánchez. Usted apoya a quien es acusado por sus socios de «terrorista de Estado». Usted, Carmona, que no lleva cartulinas porque quizá ignora los secretos de su confección, es responsable del circo podemita que está llevando a Madrid al desconcierto, la suciedad, la inoperancia y el desastre.
El problema de los cartulinos es que, entre ellos, hay mucha violencia, mucho rencor, demasiada incultura y una gran dosis de odio. El odio se contagia en los fracasados, en los vagos, en los hijos de papá que juegan a progres, en los que viven a expensas de los impuestos que pagan los que odian, en los incultos y los necios. Sumados todos, son más que los que triunfan, que los que trabajan, que los que contribuyen, que los que aman, que los que leen y que los inteligentes. La violencia de un venate mesiánico no es peligrosa. Pero sí el contagio. Y aquí estamos, a expensas de la evolución de la violencia y del odio, un riesgo que no quieren ver los socialistas que apoyan a Podemos. Las cartulinas no son peligrosas. Los cartulinos, sí.
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