Lucas Haurie
Castigado y reformado
El sistema penitenciario español no es punitivo, sobre el papel, pero el estado deplorable en el que compareció ayer Julián Muñoz en sede judicial mueve a pensar lo contrario. «Dead man walking», dice el guardia estadounidense en el corredor de la muerte, cuando el reo camina por última vez en su vida. Y un cadáver andante es lo que parecía en la audiencia de Málaga el otrora alcalde de Marbella, a quien recordamos pletórico en mil juergas junto a Isabel Pantoja, que hoy también malvive entre el hospital y la cárcel, quemando en comandita el dinero del contribuyente en francachelas. Está acreditado que robaron, sí, también que fue bastante menor la cantidad desfalcada en su ayuntamiento que en cualquiera de las autonomías gobernadas por políticos menos heterodoxos. Se pudre en prisión pero no como precio de su codicia, sino porque así paga su aventurerismo y escarmienta a quien anide tentaciones de similar tenor. «Fuera de nuestro territorio», escriben los verdugos del padrino junto al cuerpo del gángster intruso. En el juicio por el «caso Fergocon», también comparece José María del Nido a quien las rejas sí parecen haber surtido el efecto reformatorio que marca la letra de la ley. Reconocedor de su culpabilidad, dispuesto a restituir lo mangado, «gemente et flente», el expresidente del Sevilla ya no es el ufano justiciable que su anterior comparecencia ofrecía dar lecciones de Derecho al fiscal que lo acusaba. Dieciocho meses dan para recapacitar cuando no se tiene más entretenimiento que un rato de ejercicio cada mañana. Si en todos los municipios andaluces se hubiese puesto el mismo celo para castigar la corrupción que en el marbellí... viviríamos en Baviera en lugar de en Andalucía.
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