José Luis Alvite
Chistoso y tristes
No acabo de entender que un estudio revele que a las mujeres les gustan los hombres que las hacen reír y otro trabajo, en cambio, advierta de que a los que de verdad prefieren ellas es a los tipos infelices que sufren mucho y no encuentran su lugar en el mundo. Supongo que serán preferencias femeninas para momentos determinados del día o actitudes relativas a ciertas etapas de la vida. Woody Allen se ha quejado amargamente en alguna de sus películas de esa admiración de las mujeres por el chistoso que las hace reír, y aunque él mismo resulta un hombre simpático, se le considera autor de un humor cerebral, pensado con intenciones existenciales y profundas, lo que significa que no es el cómico que les anima la sobremesa a las señoras rascándose los sobacos como un simio. A mí me resulta decepcionante que lo que muchas mujeres esperen de un hombre sea, sobre todo, que las haga reír con el chiste verde del elefante y la hormiga. Suele considerarse «divertido» sólo lo que produce risa y se rechaza de plano al tipo que dice cosas que sólo son inteligentes. A no ser, claro está, que se trate del hombre escéptico, solitario e incomprendido que se arrastra abrumado por el peso del fracaso, ya sabes, el tipo hosco y reservado, abandonado por los suyos y quebrantado por las deudas del juego, que mismo parece que en seis días sólo haya cenado un balazo en el estómago. A mí me interesa más la relación de las mujeres con esta clase de hombre porque descubre la facilidad que tienen ellas para comprometerse en la redención del tipo turbio y derrotado, con la esperanza, eso sí, de no lograrlo. Mi amiga S. reía mucho en la cena con el amigo divertido y se encontraba luego con el otro, con el tipo áspero, reservado y hundido. Según ella, el placer de la felicidad está incompleto sin el riesgo cierto de perderla.
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