España
Cinco años después del apocalipsis
A finales de julio de 2012, hace hoy un lustro, España –y otros países del sur de Europa– se encontraba al borde de la bancarrota: un déficit público gigantesco unido a la incapacidad de los políticos de todas las Administraciones Públicas para meter en vereda al gasto público nos condujeron a una situación límite. La desconfianza en la viabilidad de nuestro país se hallaba en máximos históricos y, por ello, el tipo de interés de nuestra deuda se volvió insostenible (alcanzó el 7,4% anual, lo que volvía inviable la refinanciación continuada de nuestros pasivos). De haberse prolongado semejante coyuntura adversa durante algunas semanas más, la periferia europea hubiese suspendido pagos y el euro habría desaparecido. Fue entonces cuando el presidente del BCE, Mario Draghi, pronunció aquellas mágicas palabras de «haré todo lo necesario para salvar al euro y, créanme, será suficiente». A partir de ese momento, los tipos de interés de toda la eurozona comenzaron a decrecer de manera continuada hasta que, en 2015, el BCE incorporó adicionalmente su programa de monetización de deuda pública, merced al cual los tipos decrecieron todavía más. Hoy, la salud de nuestra economía es envidiable dentro del contexto europeo: crecemos por encima del 3%, creamos medio millón de empleos anuales, familias y empresas han completado un desapalancamiento extraordinario y, por primera vez en el último medio siglo, disfrutamos de un superávit exterior (esto es, no crecemos endeudándonos con el resto del mundo). Acaso por ese conjunto de circunstancias, nuestra prima de riesgo se ubique por debajo de la del resto de economías del Sur de Europa: ayer cerró en 94 puntos básicos, frente a los 477 de Grecia, los 240 de Portugal o los 155 de Italia. Sólo la economía irlandesa, rescatada en 2010, puede enorgullecerse de exhibir mejores cifras que nosotros: mayor crecimiento, menor paro, mayor desapalancamiento público-privado, mayor superávit exterior y menor prima de riesgo (32 puntos básicos). En otras palabras, aunque Mario Draghi haya sido el motor fundamental detrás de la caída de los tipos de interés en toda la Eurozona, el mercado también ha diferenciado entre aquellas economías que lo han hecho fatal (Grecia), moderadamente mal (Portugal), mediocremente (Italia), moderadamente bien (España) y extraordinariamente bien (Irlanda). Por eso, aunque podamos estar satisfechos, debemos ser mucho más ambiciosos: podemos hacerlo todavía mucho mejor imitando las políticas públicas irlandesas, esto es, menos impuestos, menos gastos y más libertad económica.
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