Ángela Vallvey

Círculos

La Razón
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Como ya he escrito en este mismo espacio, un importante problema de los que tiene hoy España puede ser la flaqueza de su sistema de partidos políticos. Analizándolos de forma somera, parece atisbarse la convivencia, en un mismo espacio, de «partidos de notables» o «partidos de cuadros» y «partidos de masas». Los partidos de cuadros surgen con el mismo Estado Liberal, y como su nombre indica, son partidos que reúnen a personas conspicuas, influyentes, con capacidades técnicas, financieras, patrimoniales..., todas las cuales sirven de atracción para los electores. Su infraestructura está controlada y se encuentra en poder de pocas manos. Los componentes son personas selectas de la sociedad, escogidas por su posición profesional, social, económica, familiar, partidista... En teoría, el aglutinante de estos grupos políticos es la ideología, pero eso es algo que no está del todo demostrado, a la vista de los hechos. Los partidos de cuadros serían «círculos cerrados» que incluso podrían ser catalogados como empresas, a los que no tiene acceso cualquiera, sólo dirigentes y militantes. Actualmente, hay partidos de cuadros (PP, etc...). Mientras que los partidos de masas se han empezado a incorporar al sistema hace poco (Mareas, Podemos...): «círculos abiertos» que asientan su existencia en una amplia base de afiliados, militantes o simpatizantes; teóricamente, se sostendrían con las aportaciones económicas de los mismos. Los partidos de masas precisan de un número importante de personas que los mantengan, no sólo financieramente hablando, sino porque la participación ciudadana es esencial para ellos, justifica su esencia, se cuenta con ella para la toma de decisiones y el ejercicio de la «democracia directa». La mayor crítica que se puede hacer a los partidos de masas es que se comporten como partidos de cuadros. El hecho de que coexistan partidos de tan diferente condición en un mismo espacio político, y a pesar de que no siempre obedezcan a la lógica que en teoría se espera de ellos, no facilita la viabilidad del sistema político español, que tiene una complicación innegable con el sistema de partidos, desde la Restauración decimonónica hasta la fecha. ¿Cómo resolver este escollo? No hay soluciones simples, pero se atisban pistas: verbigracia, empezar cuanto antes a poner los cimientos de una verdadera cultura del pacto político, fiable y sensato, con seguridad jurídica que permita encarar plazos razonables de futuros gobiernos y los dote de estabilidad, generando confianza ciudadana.