Cristina López Schlichting
Círculos de camaradas
Mil metros del Circo Price quería ceder esta semana «Ahora Madrid» –la franquicia de Podemos– a los llamados «movimientos sociales». Gracias a la oposición de PSOE, Ciudadanos y PP, se ha evitado esta partición de un espacio público que costó 25 millones de euros y nació como circo estable en la capital. La delegada de Cultura y Deportes del Ayuntamiento de Madrid, Celia Mayer (la de los titiriteros o la memoria histórica en las calles), había sometido a votación la gestión de una parte del complejo, que quería entregar a «círculos culturales». Mayer decía que no era una externalización de servicios, porque «la gestión ciudadana es un ejercicio de cogestión». Con perdón de la delegada, eso es así en las dictaduras del pueblo, no en las democracias parlamentarias. Los movimientos sociales, círculos ciudadanos y demás zarandajas no se someten a las urnas. Es una forma muy fina de hablar de los camaradas actores o los camaradas guionistas. Su acceso a la «cogestión», los inmuebles públicos o el trabajo en los medios de comunicación nace, exclusivamente, de su cercanía al poder del partido, en este caso, Podemos. La noticia sobre el Price ha pasado bastante desapercibida, pero ilustra un proceso de enajenación del poder institucional muy preocupante. La nueva izquierda revolucionaria no cree en el parlamentarismo. Para ellos los partidos son extensiones de los poderes fácticos. La única representación lícita que reconocen es la que ellos ostentan, la de las «masas desfavorecidas por el capital financiero». Su esfuerzo consiste en convertir lo público en un espacio para sus amigos. Especialmente los espacios educativos y culturales, que son los que transforman las mentalidades. Tienen claro que hay que cambiar los medios de comunicación y la educación. ¿Cómo? Colocando a su gente a trabajar en ellos. El Price es sólo un pequeño esfuerzo, hablamos de todos los cargos administrativos, de la escuela estatal y, por supuesto, de la creación de los llamados «medios de comunicación comunitarios». Buena parte del programa de Podemos desarrolla la tutela de los medios privados y públicos pero, sobre todo, pretende poner en manos de los «círculos ciudadanos», o «movimientos sociales», concesiones nuevas de televisiones y radios. Así ha crecido el bolivarianismo en Venezuela y otros países: radios de barrio, periódicos «sociales», compañías de teatro adoctrinadoras. Lamento mucho no leer análisis profundos en los medios sobre esta nueva revolución populista. Más que nunca es precisa en España una izquierda democrática que –como está haciendo a veces Susana Díaz– desenmascare el intento fascistoide de poner todo lo público al servicio de un partido único. Hay quien teme la llegada de Podemos al poder, pero ya están en el poder. Lo están en las redes sociales y en ciertas radios y teles locales, lo están en periódicos gratuitos y en instituciones al alcance de los nuevos gobiernos municipales y autonómicos. Han llegado los camaradas.
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