Elecciones autonómicas
CIS-MA
La encuesta elaborada y publicada por el CIS la semana pasada debería hacer que saltasen las alarmas en el Partido Socialista.
En Euskadi, en tan solo siete años, se podría pasar de 25 escaños a tan solo 8, es decir, se perderían dos terceras partes de apoyos y en Galicia continuaría el descenso electoral y la pérdida de diputados respecto al año 2012, quedando ya lejos de los 25 escaños obtenidos por el Sr. Emilio Pérez Touriño, único presidente socialista que ha habido en la Xunta, entre 2005 y 2009.
Siempre es recomendable una buena dosis de desconfianza hacia los resultados que arrojan los sondeos porque los responsables de las empresas demoscópicas se han ganado a pulso el descrédito. En los últimos procesos electorales ni siquiera el CIS ha sido capaz de prever, con un mínimo de rigor, lo que realmente ha sucedido en las urnas, y en ocasiones parece que las encuestas responden a un intento de sentar una idea en la sociedad y no tanto a reflejar lo que piensa la misma.
Pero sí parece pertinente hacer algunas reflexiones. Los casos gallego y vasco no son idénticos. En Galicia el Partido Socialista está en un momento histórico de máxima debilidad, gracias, entre otros, a la inestimable ayuda de Ferraz, que ha rociado con gasolina una Federación ya compleja de por sí en su organización interna.
Las imposiciones y la arbitrariedad siempre terminan pasando factura electoral y política y las técnicas de erosión pública del discrepante terminan acabando con el capital humano que tiene el PSOE.
Eso, además de ser indigno, es altamente nocivo para los intereses partidistas. Por eso, nadie ha entendido en el PSOE el ataque frontal contra el alcalde de Vigo, el Sr. Abel Caballero, uno de los referentes del socialismo en Galicia, cuya trayectoria y resultados electorales en su ciudad le hacen acreedor de elogio y, como mínimo, de respeto.
En Euskadi, la caída socialista es más compleja porque los actores nacionalistas introducen otros elementos que deben tenerse en cuenta. Cuando el Sr. Patxi López llegó a la Lehendakaritza, en un acto de generosidad política nunca reconocido al sr. José Luis Rodríguez Zapatero, se visualizó como un hito histórico y como el camino hacia un nuevo tiempo político en el País Vasco. Sin embargo, los vascos dieron la espalda al PSE en las siguientes elecciones, y nunca se hizo un análisis profundo. Quizá la democracia penaliza cuando no gobierna el preferido por los votantes y el Partido Socialista de Euskadi había quedado segundo, lejos del primero.
Pero más allá de esgrimir razones locales, la realidad que cae por su propio peso es que el Partido Socialista tiene un serio problema electoral en todos los sitios de España, que le tiene situado en una pendiente en la que no encuentra freno.
Hay una expresión muy usada en economía para explicar la influencia del entorno internacional en las economías domésticas, aunque, en realidad, fue pronunciada por primera vez en un discurso por John F. Kennedy y dice así: «cuando sube la marea todos los barcos flotan». Es decir, que si el PSOE va bien, irán bien los socialistas gallegos, vascos y castellanos, y si el PSOE va mal, solo se salvan honrosas excepciones que como mucho pueden amortiguar el efecto. También puede darse el caso de que lo local y lo nacional vaya mal, con lo cuál el resultado es catastrófico.
Últimamente, la dirección socialista parece conformarse con ganar a las encuestas. Si tiene la tentación de volver a enrocarse y reiterar la perversa valoración de «éxito sin precedentes por haber ganado a los sondeos», podrá salvarse el capitán, pero lo hará a bordo de un bote salvavidas, porque habrá hundido el transatlántico.
El Sr. Sánchez debe huir de la falsa sensación de confort que le produce recibir apoyos y loas de un núcleo próximo y reducido, mientras pierde la sintonía con los territorios donde gobierna el PSOE. Un líder no debe aferrarse a su responsabilidad cuando está cuestionado por la mayoría dentro y, sobre todo, por la mayoría fuera.
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