Ángela Vallvey

Conflicto

La Razón
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Ernesto Laclau fue un filósofo y politólogo argentino, recientemente desaparecido. Sus ideas inspiraron al kirchnerismo, aunque él vivía en Reino Unido. Los sistemas políticos latinoamericanos de la órbita chavista-bolivariana, están imbuidos de sus teorías posmarxistas. Sin embargo, cuando le preguntaron por las elecciones que hace poco han desalojado a Cristina Kirchner del poder, respondió flemático: «No puedo decir si Daniel Scioli es el sucesor de Cristina Kirchner porque soy londinense». Las llamadas «democracias populares» de América latina, han sido, y continúan siéndolo, el laboratorio social de las teorías del «londinense» Laclau, entre otros teóricos posmarxistas. Él sostenía que «el movimiento de Chávez en Venezuela es profundamente democrático» aunque, por supuesto, su idea de democracia quizás difiera un poco de la que pudiera tener cualquiera de sus vecinos londinenses. La teoría de «la razón populista» es crucial dentro de la obra de este pensador, «el populismo garantiza la democracia, evitando que esta se convierta en mera administración», aseguraba. Quizás a sus compatriotas londinenses les encante incluso la idea de la mera administración, la buena administración, como característica de la democracia, no así a Laclau, ni a los regímenes que ha fomentado, conocidos por ser pésimos, terribles y temibles, administradores de la cosa pública (la bancarrota de Argentina y Venezuela son espeluznantes ejemplos). Lo más singular de su teoría es la idea de la «confrontación» como forma de gobierno, que ha sustituido la vieja «lucha de clases» marxista por una «confrontación» perpetua, que ya no tiene en cuenta a la clase como estamento social, que desdeña el concepto de «proletariado» (evidentemente, desde los tiempos de Marx la idea de proletariado, en Occidente, ha cambiado; no existe lo que entonces se denominaba «proletariado»; y hoy, con trabajo y un buen sueldo, el obrero puede vivir mejor que un burgués decimonónico). Quizás sea la idea de confrontación la que ha llevado al conflicto perpetuo en países como Venezuela, creando un clima insoportable de violencia, social e institucional. El principio de «división social» genera antagonismos, y según Laclau la democracia requiere la oposición entre adversarios. El problema es que la tensión generada no ha servido para mantener en marcha un sistema democrático, sino para someterlo a una tirantez que ha destrozado el tejido social hasta depauperarlo. En la Venezuela chavista y/o poschavista, lo que ha surgido de la confrontación como método de gobierno es el terror de la inseguridad y el crimen rutinario, no una democracia al gusto «londinense».