Ely del Valle
Conspiración de listos
Cuando en 1870 el general Prim fue nombrado presidente del Consejo de Ministros le preguntó a su fiel ordenanza cómo podía pagarle los servicios prestados. La respuesta no se hizo esperar: «Señor, nómbreme coronel retirado».
Lo de los ERE andaluces es prácticamente lo mismo: favores pagados con jubilaciones falsas a cargo del presupuesto destinado a quienes sí tenían derecho a recibir subvenciones. Una canallada imposible de justificar.
No es la única historia que se repite. Cada vez que un listo – o varios– mete la mano donde no debe, todos piden la cabeza del máximo responsable de partido, sindicato, entidad financiera u organización al que pertenece el susodicho... excepto si es de los suyos. Es entonces cuando intentan quitarse el muerto de encima apelando a oscuras maniobras del contrario, como si el resto fuésemos tontos de baba.
En el caso de los ERE, están presuntamente implicados un consejero, un viceconsejero y un director general de Empleo, además de un delegado provincial de UGT. Fue el propio Gobierno de Manuel Chaves, con Griñán dentro, el que propició que esas subvenciones fraudulentas eludieran los protocolos legales mediante la firma de un convenio irregular, y todos fueron advertidos por el entonces interventor de la Junta de lo que se cocía cinco años antes de que estallara el escándalo. Que ahora PSOE y UGT hablen de conspiraciones tiene su guasa. Si lo sabían –que parece lo más probable– deben asumir su culpa, y si no lo sabían, alguno debería dimitir por ser un incompetente al que los suyos le estaban segando la hierba bajo los pies sin que se enterara. En cualquiera de los casos, Méndez – al que no se le espera–y Griñán – que sale por peteneras– están demostrando ser unos perfectos inútiles cuando no unos dirigentes con la cara más dura que el cemento armado.
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