Alfonso Ussía

Cooperación

La Razón
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Me ha parecido ejemplar el contenido de la carta de la portavoz de Bildu en el Congreso de los Diputados, ilustrísima señora doña Marian Beitialarrangoitia Lizarralde al presidente electo de los Estados Unidos Donald Trump. Felicitación sincera y «absoluta disposición» a seguir cooperando. Ahora entiendo el nerviosismo de Trump en los momentos posteriores a su inesperada victoria. Trump sabe que hasta el rabo todo es toro, y le faltaba la felicitación de los proetarras. Mucho me temo que ignoraba la cooperación entre la ETA y el Pentágono, que según parece por el texto de la agraciada dama, ha sido constante y permanente. Quizá, ese desconocimiento fue el motivo de que Trump recomendara que se le prohibiera sobrevolar a Arnaldo Otegui el territorio de los Estados Unidos cuando el santificado canalla pretendió asistir a uno de los mil guateques organizados en honor a las cenizas de Fidel Castro. No encaja en el espíritu de la cooperación el negar ese derecho a un cooperador leal y sincero.

La carta de la señora o señorita Beitialarrangoitia Lizarralde la esperaba Trump como agua de mayo. El problema es que Trump ha acumulado tantos problemas, citas, compromisos y respuestas de correo en los últimos días que no había tenido el suficiente tiempo para aprender a pronunciar Beitialarrangoitia. El contenido de la carta, no obstante, es significativo. Dice la representante legal del movimiento terrorista ETA en el Parlamento español: «Queremos trasladarle nuestra absoluta disposición, tal y como lo hemos hecho durante los últimos años, a seguir cooperando y trabajando con el nuevo Gobierno de los Estados Unidos». Si no hay desmentido al respecto, hay que llamar al Palacio de Santa Cruz al señor embajador de los Estados Unidos para que explique, junto a su novio arquitecto y decorador, en qué ha consistido la cooperación y trabajo compartido entre los Estados Unidos presididos por el señor Obama y la izquierda violenta del País Vasco. Uno, pobre ciudadano sin información consistente, creía que los Estados Unidos de América no veían con buenos ojos la brutal historia de la ETA y su resistencia a pedir perdón por sus crímenes y demás atrocidades. Y ahora resulta que a espaldas del Gobierno de España y de sus representantes populares han mantenido fructíferas relaciones con los que llevan la voz cantante de quienes no pueden lavar sus manos de sangre, entre otros motivos, porque desean seguir ignorando en dónde se ubican los lavabos.

No critico negativamente a la señora Beitialarrangoitia, que es libre de escribir a quien quiera. Critico con estupor a la administración Obama, que se ha estado riendo de los españoles durante los últimos años manteniendo cordiales relaciones con el mundo etarra. Y hasta tal punto me siento indignado, que proclamo mi alegría por la derrota de la señora Clinton, que de haber intervenido en esas cariñosas relaciones, tiene más que merecida su hecatombe, los chupachús de su marido en el despacho oval y lo feúcha que le ha salido su hija Chelsea.

No obstante, espero con impaciencia el desmentido del señor embajador y de su novio el decorador, que tanto monta monta tanto, que desmorone el contenido de la carta que la diputada Beitialarrangoitia ha enviado a Trump. No me encaja esa supuesta amistad y colaboración. Sólo falta que Pablo Iglesias haga pública una misiva enviada a Trump en la que le agradezca públicamente la ayuda de los Estados Unidos para alentar el populismo estalinista en España, la revolución en la calle, la desaparición de la Monarquía, la apertura de checas, la quema de iglesias y conventos y el permiso para establecer en Paracuellos una nueva versión de los fusilamientos comunistas. Entiendo que nuestro Gobierno, que todavía se cree en funciones, puede dejar pasar la oportunidad de exigir la información precisa al señor embajador y al decorador que lo ama, pero después de haber sido publicada la carta de Bildu a Trump, millones de españoles estamos deseosos de conocer la verdad o la falsedad absoluta de esa cooperación constante durante los últimos años.

Creo que Trump no ha leído todavía la carta. Es más, creo que de leerla no la responderá. Trump está libre de cualquier sospecha porque no ha gobernado aún. Pero sospecho de la bondad al modo Walt Disney de la administración Obama, que ha movido muy poco el dedo para regañar a Maduro, por poner un ejemplo cercano y significativo. Si no se dan en los próximos días las oportunas explicaciones y esperadas rectificaciones por parte del todavía señor embajador de los Estados Unidos en España, el escándalo está asegurado. Y una de tres. O todo es mentira, o todo es un asco, o el señor Trump y la señora Beitialarrangoitia tuvieron un asuntillo cuando Trump, de joven, merendó en Oyarzun. Que tampoco está demostrada tan extravagante merienda.