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Cosas de la moda

La Razón
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Vivimos con prisa, pensando que así aprovechamos mejor el tiempo, sin darnos cuenta de que lo malgastamos. No hemos terminado algo y ya empezamos lo siguiente, todo es tan rápido que solo nos fijamos en lo que parecen las cosas, pasando desapercibido como son en realidad.

En política se puede decir algo y al día siguiente lo contrario, sin que a nadie le extrañe y como no hay tiempo para argumentos sólidos, es más fácil atacar al adversario personalmente, hasta que caiga.

La consecuencia es que las ideas son cada vez más escasas y, sin ellas, se difumina la ideología. De ahí, que una parte de la sociedad considere la confrontación derecha e izquierda como algo propio del paleolítico superior.

Ahora, algunos ciudadanos, especialmente los más jóvenes, pueden votar primero a Podemos, después convertirse en eufóricos seguidores de Ciudadanos y a continuación apoyar al PSOE o al PP.

Si les preguntas por sus razones, te dirán que el mundo cambia y las personas deben cambiar con el mundo y adaptarse a él. Por tanto, pensar que es la voluntad de los seres humanos la que transforma la sociedad es algo que no se lleva.

Se ha impuesto la verdad del marketing y de las emociones. Ahora lo que se requiere es saber estar de moda y subirse a la cresta de lo “fashion” para tocar el triunfo con la mano y quien lo consigue no entiende porqué un día cualquiera es otro el que representa el momento.

Elaborar un proyecto de país es laborioso y poco rentable en términos de poder, es mucho más eficaz convertirse en TT en las redes sociales y que el debate sean las gafas de sol que uno se pone.

En estas condiciones es lógico que la crisis institucional se convierta en un mal crónico. Cuando el objetivo es la supervivencia de hoy porque el mañana está demasiado lejos, da igual cómo combatir las ideas que no se comparten, solo existe el ánimo de batir a la persona. El resultado es que los problemas se enquistan.

Por eso, no sabemos bien cómo acabará todos este asunto de Cataluña, ni cuánto aguantará un gobierno apoyado por 84 diputados, como también desconocemos si, acabados los 100 días de cortesía, las loas se convertirán en dardos envenenados, de esos que poco a poco terminan quitando la fuerza hasta a un tigre de Bengala.

El PP no lo puede hacer peor y el Sr. Rivera va camino del limbo político, mano en pecho y sombrero bicorne, al tiempo que conocerá como cae una imagen en poco tiempo. El tercero en liza, Podemos, se da de bruces con la tozuda realidad, que es que España no les quiere para gobernar. El presidente no ve nubes en su horizonte.

En 1660, Gaspar de Haro construyó el Palacio de la Moncloa en el punto más alto de su finca para tener un mayor control de su propiedad. En la actualidad, desde esa posición privilegiada, el Sr. Sánchez vigila a propios y extraños con la tranquilidad que da el poder.

Cuando se alcanza el gobierno desaparecen casi todas las críticas internas y la organización se alinea en torno a su líder. Sin embargo, no todo son efectos positivos, en ocasiones se puede tener la tentación de saldar viejas cuitas y eso se sabe.

El PNV pactó con el presidente del Gobierno que no coincidirían las elecciones generales con las municipales. No sería de extrañar que algún presidente autonómico, cuyo estatuto de autonomía lo permita, convoque anticipadamente las suyas, porque en la política actual todo va muy deprisa y es mejor no esperar a pasar de moda.