Enrique López

Cuento navideño

La Razón
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Comenzamos las Navidades de este año con sensaciones y sentimientos encontrados; por un lado, la Navidad, que para muchos de nosotros sigue siendo lo que es: una fiesta cristiana con motivo de la llegada de Jesucristo a nuestro mundo, y ello sin tener que acudir a atávicas atracciones que ahora sienten algunos por fenómenos cosmológicos como el solsticio de invierno, es un periodo de exaltación de la paz, la familia, la solidaridad, amén de la caridad. Pero, por otro, este año en España se vive un momento político difícil que hace que la sociedad tenga la respiración colectiva contenida, a la espera de que se alcance un acuerdo de gobernabilidad entre las principales fuerzas políticas. Parece que vamos a tener un cierto tiempo de zozobra e inseguridad, algo así como lo que se denomina efecto montaña rusa. Las posibilidades, incluida la repetición de elecciones, están ya muy descritas en muchos de los artículos que se han escrito a lo largo de estos días. En medio de todo este lío, algunos están reclamando una auténtica transformación de nuestro orden constitucional y de nuestra propia sociedad, tanto como reinventar España, y esto exige que otros se posicionen sobre tamaño empeño, situándose en la gestión y la atención a las reales necesidades de los ciudadanos, sin necesidad de acometer aquella transformación no demandada por las gentes normales. Decía Goethe que no preguntemos si estamos plenamente de acuerdo, sino tan sólo si marchamos por el mismo camino, y ésta es la cuestión, ponerse de acuerdo en el camino a recorrer y después todo sucederá de manera fácil. Los políticos responsables que piensan en su gente y en lo que realmente les preocupa encuentran de manera muy fácil la senda del encuentro. Decía Churchill que un político pasa a ser estadista cuando piensa en las próximas generaciones y no en las elecciones. Cameron lo tuvo más fácil en Gran Bretaña, con un 36 por ciento de los votos obtuvo una mayoría absoluta, y ello gracias al tan denostado como, a veces, deseado sistema electoral mayoritario por distritos. Mas en España nuestra Constitución apostó por sistemas proporcionales que a veces exigen generosidad política, y sobre todo responsabilidad y compromiso con el pueblo español, en definitiva, con los intereses generales. Ha llegado el momento de los grandes políticos, y el tiempo de la discreción y la seriedad, y esperemos que todo ello nos lleve a un buen fin. España requiere de una vez por todas un gran pacto de Estado en Justicia, en Educación, en Sanidad y también en materia territorial, con los ojos puestos en Cataluña; estos grandes pactos no requieren una reforma constitucional, que, pudiendo ser positiva en algunos aspectos, retrasaría y dificultaría la adopción de aquéllos. Por ello, el sentido común aconseja comenzar estos grandes acuerdos teniendo en cuenta lo que realmente pide la mayoría del pueblo español en su conjunto, y si se pone oídos a esto, serán fáciles los acuerdos. Dice Bertrand Russell que los científicos se esfuerzan por hacer posible lo imposible, y los políticos por hacer lo posible imposible. Esperemos que esto no sea así, y que este cuento de navidad se haga realidad.