Ely del Valle

Cuestión de experiencia

La Razón
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Una vez que todos hemos admitido pulpo como animal de compañía y el debate soberanista como único punto a dirimir en estas elecciones catalanas haciéndole el caldo gordo a quienes las han convertido en plebiscitarias, la pregunta es por qué hay datos en los sondeos de las últimas semanas que, en apariencia, no terminan de casar. Por ejemplo, el número de votantes que está a favor de una declaración de independencia unilateral y el de los que dicen que elegirán la papeleta de Juntos por el Sí. Los primeros son un 15%, mientras que los segundos un 41%. ¿Qué le lleva a un no independentista furibundo a votar a Mas? Por lo visto la convicción muy extendida en Cataluña de que a la hora de la verdad ni Mas se va a atrever a calarse la barretina para salir al balcón emulando a Lluis Companys ni Rajoy va a exponerse a montar un guirigay en vísperas de unas generales, así que la única vía posible es la del diálogo, que en el idioma nacionalista significa «pedid y se os dará», campo en el que Mas se mueve como un pez en el agua. Muchos nacionalistas moderados votarán a quien creen que puede conseguir mayores prebendas para su particular ombligo del mundo. Así de fácil. Por eso lo que digan los bancos, los empresarios, el lucero del alba y la Comisión Europea no está, como se esperaba, provocando una desbandada de votos hacia el resto de listas. Votar a Convergència se ha convertido en una costumbre de rentabilidad garantizada... Y lo peor es que esta convicción viene avalada por la experiencia, así que a ver quién es el guapo que consigue desmontarla.