Ely del Valle
Cuestión de pasta
Corría el año 2010 cuando Artur Mas recuperó para CiU el Gobierno de la Generalitat que un tripartito de infausto recuerdo había dejado hecho jirones. Lo que se encontró al llegar fue un socavón financiero de tal magnitud que no tuvo más remedio que meter el bisturí hasta las costuras de sus ciudadanos y ni aun así.
Fue entonces cuando Mas, criado a los pechos de un Jordi Pujol habilísimo a la hora de pedir y volver con la maleta llena, decidió poner sobre la mesa un pacto fiscal que proporcionara a Cataluña un trato financiero similar al del País Vasco y Navarra y le otorgara un estatus privilegiado respecto al resto de comunidades.
La negativa del Gobierno de Rajoy le llevó a recurrir de nuevo a la estrategia de Pujol, que no es otra que la de revestir el asunto de ataque a la identidad catalana alimentando la idea de que si no hay pacto es porque España poco menos que sobrevive del dinero que le saca a Cataluña. De ahí a convencer a los suyos de que los recortes no son producto de una mala gestión local, sino de que «España nos roba», no ha habido mas que un paso.
Lo que ha hecho el presidente de la Generalitat ha sido utilizar los sentimientos como palanca para intentar forzar la caja. Ni más ni menos. Y por eso, ahora que ya ha hecho oficial su intención de sacar las urnas a la calle sí o sí, porque «el proceso no acaba con la resolución del Constitucional», es conveniente hacer memoria y recordar a quienes le han comprado esa idea casi romántica del sentir identitario de los catalanes que la realidad es mucho más prosaica y que lo que nos ha traído hasta aquí, como casi siempre y en casi todo, no es más que una simple cuestión de pasta. Así de sencillo.
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