Iñaki Zaragüeta
De aquellos polvos... estos lodos
Imparable, insoportable, impresentable y demás calificativos se quedan cortos para la impresión, digo impresión, que se está dando de corrupción generalizada. El drama se centra en que el escenario actual no es sino una consecuencia de usos y costumbres de hace 32 años, justo desde 1982, con la llegada al poder del PSOE, con una mayoría parlamentaria de 202 diputados que fue interpretada como una patente para obrar y campar a sus anchas.
Releyendo artículos de 1987 y 1988, ya expresaba mi temor –venía sensibilizado por mi vivencia en México– por la institucionalización de la corrupción en España. Justo el 28 de noviembre de 1988 relataba los paseos caribeños de Felipe y Boyer, por separado, con el venezolano Cisneros, a quien poco después le vendieron Galerías Preciados, expropiada a Rumasa, que hizo lo propio a los pocos meses con un beneficio de miles de millones de pesetas. El presidente gallego, González Laxe, y sus conselleiros se encargaban trajes, camisas y corbatas a costa del erario. Julián Campo, como ex ministro de Obras Públicas, tenía intereses en terrenos colindantes al trazado de las autopistas. José Bono compró con cargo al presupuesto, según publicó entonces el semanario «Tribuna», un reloj de oro y una sortija de brillantes por 410.000 pesetas con destino a unos colaboradores. O Narcís Serra, que se instaló un piano en su residencia ministerial. Y la implantación de la «mordida» para las adjudicaciones.
Lo cuento para reforzar mi tesis de que estamos recogiendo lo sembrado, sin que el PSOE durante dos hégiras ni el PP durante ocho años fueran capaces de cortar este dinamismo que sólo podía desembocar en la marabunta judicial. Lamentaría que el escándalo social viniera provocado por las consecuencias de la crisis económica y no por el convencimiento de la necesidad de una regeneración. Así es la vida.
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