Trabajo

De avestruces

La Razón
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Como todo el mundo sabe, cuando los avestruces advierten un peligro ineludible esconden la cabeza bajo tierra intentando conjurarlo. Da lo mismo que el suelo sea duro y pedregoso o recubierto por cemento armado porque conocemos esa argucia tan humana del ave corredora que horada por miedo. Los etólogos se han mesado los cabellos buscando algún ejemplo empírico de que los avestruces tienen esa costumbre, aun pateando la delgadísima arena de una duna móvil, llegando a la conclusión de que el dicho universal de «esconder la cabeza como un avestruz» es una fábula resistente a los estudios zoológicos. La Humanidad siempre ha dado pábulo a estas inocentes mitologías de mercadillo de todo a cien. En el año mil se acababa el mundo y se dieron incontables suicidios para evitar (como el avestruz) las calamidades del cataclismo cósmico. En el dos mil estuvimos en vilo porque finalizaba el calendario maya, aunque podía habérseles terminado la estela de piedra. Y con el cumplimiento bíblico de ganar el pan con el sudor de la frente, a cada giro de la civilización damos por sentada una sociedad sin trabajo. La revolución industrial del XIX no deparó hambrunas por la hipotética despoblación del agro, tal como la científico-técnica del XX y la robotización consecuente no han acabado con los mercados laborales, como evidencia el 4,7% de paro en Estados Unidos, que para la economía es pleno empleo. Cada vez que el cerebro humano amplía sus límites, origina riesgos, pero al mismo tiempo abre espacios creativos que se llenan con soluciones ulteriores. Los hombres sí lo somos, pero la civilización no es autodestructiva. Hoy el inexistente gesto del avestruz cuaja otra vez en dar por caducado el trabajo por cuenta ajena, lo que obligaría a una renta universal para el sostenimiento de las personas. Creyendo inevitable la despoblación de los tajos este año en Finlandia se inicia el experimento de pagar 500 euros mensuales por dos años a dos mil ciudadanos, no por necesidad sino por haber nacido. Otros laboratorios sociales se abren en Oakland (EE UU) y Utrech (Países Bajos); y Errejón, por librarse del sambenito de moderado, vuelve a meter en su mochila el salario existencial, dando por bueno que el trabajo se encuentra en extinción. ¿Cobraremos por nacer o a la mayoría de edad? Cumplido el final de este pronóstico, ¿nadie será remunerado por un trabajo productivo? Seamos contemporáneos del futuro: renta universal, ya. Y con efectos retroactivos.