Lucas Haurie
De gafas y banquillos
Cuentan que Manuel Vázquez Montalbán definió al Fútbol Club Barcelona como «el ejército desarmado de Cataluña», una cita con toda la pinta de ser apócrifa pero que, desde luego, «è ben trovata». Y ya es coincidencia que ayer, justo a la hora en la que Jordi Pujol Ferrusola explicaba al juez Ruz los turbios orígenes de su astronómica fortuna, en un juzgado barcelonés comenzase el juicio contra Joan Laporta por un presunto desfalco de 48 millones de euros. En la semana post-Diada, con el Parlament debatiendo el futuro de la patria en su guerra de liberación contra el (imaginario) opresor mesetario, sobre las dos instituciones emblemáticas de la región, la Generalitat y el Barça, se cierne la sombra de la corrupción. Caramba con el oasis catalán. Evidentemente, era un espejismo y cuanto ciudadano desesperado corría hacia él buscando saciar su sed de honradez sufría una amarga decepción.
La «fraternità» se patentiza en los complementos. En la Cataluña del trinque, según mostró ayer Pujol Ferrusola, son las gafas de sol espejadas, las que nunca se quita Luis Enrique durante los entrenamientos, y las que llevaba ayer el declarante a la salida de la Audiencia Nacional. Hay banquillos y banquillos, sí, pero en todos lucen unas buenas Ray-Ban. Un guiño del «hereu» al entrenador que debe recomponer la autoestima de ese «mès-que-un-club» zarandeado por los gestores sospechosos, las evasiones fiscales y los goles de Cristiano. Es más identitaria la berretina, para qué engañarse, pero no cumple con la etiqueta en el despacho del juez.
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