Enrique López

De la inteligencia colectiva

La Razón
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De unos años para acá se estudia eso que se denomina la inteligencia colectiva; de tal modo que, según algunos neurólogos, se puede medir la inteligencia de un grupo, de una organización o de una sociedad, y la pregunta es ¿por qué no? Cuando se trata este tema, como recientemente lo ha hecho el profesor José Antonio Marina, siempre se cita la famosa frase de Antonio Machado: «¡Qué difícil es no caer cuando todo cae!», a lo que añadió: «¡Qué difícil es actuar inteligentemente si la sociedad se vuelve estúpida!» No seré yo el que me entrometa en este campo, donde auténticas autoridades están reflexionando sobre ello. Pero lo que sí tengo claro es que una sociedad avanza en su conjunto, y no sólo por la presencia de sabios, que por sí mismos no tienen la suficiente fuerza y energía como para solucionar todos los problemas. Se dice que una organización con talento es aquella en la que un grupo de personas que tal vez no sean extraordinarias, por el hecho de colaborar de una manera determinada, pueden producir resultados extraordinarios, personas que consideradas individualmente no estaban llamadas por su inteligencia a alcanzar tales metas. Lo que ocurre es que el talento colectivo solo se desarrolla si se colabora de una forma eficaz. En España existen una serie de problemas que podemos calificar de endémicos, y que si leemos a los regeneracionistas del siglo XIX nos encontramos con que nos persiguen como una sombra, sombra que puede ser más o menos alargada. Al todo se le denomina «el problema de España», que consiste en un debate intelectual acerca de la identidad nacional española que surge precisamente con el regeneracionismo coincidiendo con la aparición de los nacionalismos periféricos, lo cual confluyó con el tópico de las dos Españas, imagen muy descriptiva de la división violenta y el enfrentamiento fratricida como característica de la historia contemporánea de España. El pacto de 1978 que determinó nuestra actual Constitución no sólo se debe analizar como una gran página política de nuestra historia, sino, y además, como un momento en el que la inteligencia colectiva española se encontró con uno de sus mejores momentos, alumbrando también uno de los mejores productos de nuestra historia, y forjando uno de los periodos más prósperos. En el momento actual, la sombra del nacionalismo estridente y diluyente vuelve a ser muy alargada, y si fuera poco, algunos están fomentando de nuevo la división de las dos Españas, como si la existencia de diferentes ideologías, y en concreto las dos más generalizadas, fuera malo. En las elecciones de 1936 se enfrentaron las izquierdas a las derechas, y tal cual designio acabaron enfrentándose cruentamente los de izquierdas y los de derechas, mutilando la poca inteligencia colectiva que en aquel momento concurría. Hoy en día, un gran esfuerzo social, económico y político nos ha traído hasta aquí, y sería una verdadera tragedia que se dinamitara la forma de entendimiento y colaboración existente hasta este momento. Este es el minuto de la inteligencia colectiva fruto de una necesaria coordinación, que pasa de nuevo por mutuas renuncias y, sobre todo, por la asunción de una agenda común.