Julián Redondo
De Oblak a Leo
Y de repente, Leo Messi, una exhalación, un cohete, figura menuda que practica el eslalon como Alberto Tomba. El Barça se engancha a él, cuelga de él, hasta que el Atlético lo enjaula. Y desaparece. Entonces Neymar adquiere protagonismo. Es un jugador fantástico con más cuento que Calleja. El día que los árbitros le tomen la matrícula por simular, en Barcelona volverán a resucitar el
centralismo y algún lince como Joan Laporta repetirá y repetirá lo de la caverna mediática según se
acerquen las elecciones de Mas, pero que muy de más, hasta que la mentira cuele de tanta reiteración. Otra de 1714. Y esto no es más que fútbol y al fútbol no siempre gana el que más
dinero tiene. La Liga del Atlético es la constatación del efecto sorpresa; la utopía sería que el
Granada, el Rayo Vallecano, el Córdoba, el Getafe y así hasta docena y media de equipos mojaran la oreja a los
apoderados de los derechos de televisión. El equilibrio es imposible; lo sorprendente es la
aparición de un tal Simeone para convertir un equipo perdedor en un aspirante a todo, incluso antes de que el imperio Wanda y Wang Jianlin metieran dinero fresco en las arcas para afrontar el día a día, que dice Enrique Cerezo, que viene a ser algo así como la conservación de las joyas de la corona. Y de repente, Oblak, que resulta que para. Dejó constancia de su calidad en los primeros minutos y en los últimos. Sólo dos paradas, no hubo más en todo el partido. La segunda y última sirvió de poco, detuvo el penalti a Messi con la mano derecha, pero el argentino cogió el rebote. Dos tiros, un gol. El Atlético no chutó a puerta, pero está vivo para la vuelta la próxima semana en el Vicente Calderón.
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