Internacional

Defensa rentable

La Razón
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Mucho antes que los recortes y las hambrunas infantiles que nos afligen en este imaginario colectivo de España como Estado africano fracasado le pregunté a José Luis Leal, en su condición de amigo de la infancia del Rey, cuál era la principal preocupación de Don Juan Carlos. «La ausencia de comprensión de la Defensa nacional», contestó. Fue la menos esperada de las respuestas que me han dado nunca ya que aún estaba imbuido de la hermosa concepción progresista de un país desmilitarizado como Costa Rica, que en su Constitución prohíbe las Fuerzas Armadas, aunque luego los guardias de San José regulen el tráfico con arma larga. De 165 países ocupamos el puesto 103 en gasto militar, y con un 1,2% del PIB invertimos como miembro de la OTAN menos que Luxemburgo y lo mismo que Hungría, Letonia y Estonia. Que los europeos y la Alianza dependamos menos del paraguas estadounidense es de las pocas cosas sensatas que ha planteado Donald Trump. La Defensa es algo más que matar seres humanos y su Historia de destrucción corre pareja a necesidades civiles satisfechas. Debemos las conservas a las campañas napoleónicas e Internet fue concebido como sistema de comunicación militar instantánea transferido a la sociedad civil. La falta de sangre tras el desembarco en Normandía desarrolló el plasma, y los conflictos del siglo XX evolucionaron la traumatología, comenzando por el catalán y republicano doctor Trueta, que empezó escayolando heridas abiertas durante los bombardeos de Barcelona y acabó en el «blizt» de Londres salvando vidas y evitando amputaciones. Los drones, sicarios aéreos, también son instrumentos civiles de seguridad, búsqueda, control de plagas y hasta ocio, y los horrores de Robert Openheimer en Alamo Gordo se transfirieron a la energía nuclear. La guerra siempre tiró del carro de las revoluciones industrial y científico-técnica. Resultará detestable, pero es así. España tiene unas FAS testimoniales para cumplir compromisos internacionales de disuasión, interposición y ayuda , y nuestra industria bélica, especialmente la naval, crea empleo, riqueza y tecnología de punta. Los australianos son clientes preferenciales de los portaviones de «Navantia». Aznar nos adhirió al tratado antiminas desactivando la última que fabricamos, pero vendemos aviones de apoyo logístico, el carro ligero «Pizarro», misiles por hilo o munición variada. ¿Es inmoral? Es lo que hay. En lo más duro de los recortes Defensa ha llegado a reducciones del 18%, y hacerlo más perjudicará la economía civil. Defensa también es I más D.