Iñaki Zaragüeta
Demócrata de pacotilla
«Soy demócrata, pero vulnero la Ley»; «soy demócrata, pero estoy por encima de la Justicia»; «soy demócrata, pero me cisco en el Estado de Derecho»; «soy demócrata, pero cualquier acusación contra mí es consecuencia de una venganza política». Son conclusiones que se desprenden de la declaración pública de Artur Mas –«soy demócrata», dijo, y «de pacotilla», añado yo– tras su comparecencia ante el TSJ de Cataluña por la imputación de autorizar y realizar la «consulta ilegal» del 9 de noviembre de 2014.
Hasta ahora, que se sepa, la democracia se sustenta en el Estado de Derecho, y éste en el sometimiento a las leyes. Al presidente catalán, sin embargo, le trae sin cuidado. Su presencia en el banquillo está motivada por no cumplir la sentencia del Tribunal Constitucional, una actitud por la que cualquier ciudadano se vería reo de la Justicia. Su democracia, la de fuera de la Ley, invita a alentar y promover concentraciones a su favor y, en consecuencia, contra los jueces, en un claro intento de presionarles y coaccionarles. Convendremos que semejante conducta es totalmente discordante con un demócrata, condición a la que tan entusiasta intenta acogerse. No lo digo por el hecho de manifestarse –derecho recogido en la Constitución– sino por la intencionalidad.
Será absuelto o condenado. Podrá discrepar o coincidir con el fallo. Pero quien ostenta tan importante responsabilidad está obligado a respetar las leyes y a acatar el dictamen de los magistrados. Acusar al Gobierno de guiar la labor de éstos es desvelar lo que él mismo hace o estaría dispuesto a hacer en cuanto pudiera.
A todo esto ha conducido la permisividad que durante decenios se ha concedido a los gobiernos de aquella autonomía para conculcar reiteradamente las leyes. Estaban demasiado mal acostumbrados. Y durante demasiado tiempo. Así es la vida.
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