Historia

Ángela Vallvey

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La Razón
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Todos los tópicos sobre España se remontan a muchos siglos atrás, cuando la leyenda negra y las percepciones sobre su peculiaridad se extendieron con facilidad en el entorno europeo. España es vista entonces como una mezcla curiosa de espíritus y de culturas contrapuestas, donde perviven y luchan entre sí el Oriente musulmán y el fanatismo católico, aderezado todo ello con la sempiterna superstición, la «sombra» de la Inquisición y la devastación de otras culturas, como las latinoamericanas, bajo el mando del Imperio, amén de una vocación incombustible de absolutismo... Solo Julián Juderías se atrevió a desmontar los tópicos de ese dañino «relato» en su clásico estudio «La leyenda Negra» (1914). Hay quien ha visto en la peculiar figura de este autor un cosmopolitismo que le permitió observar la historia desde una óptica original. El padre de Julián había nacido en Filipinas, de padre aragonés y madre francesa, él mismo tenía una madre parisina, y de sus ocho bisabuelos solo dos eran españoles, otros cinco, franceses, y un último, alemán. Julián tuvo un temprano contacto con idiomas extranjeros, y acabaría casándose con una española oriunda de La Habana. Su visión era cosmopolita y abierta, muy lejana al provincianismo nacionalista, lo que dota a su obra de falta de prejuicios y complejos. Pareciera que solo desde fuera de España, con los ojos aquilatados por la mirada extranjera, fuese posible ser ecuánimes y valorar a España. Y es que, esta España que se sostiene en pie como proyecto contra la voluntad de quienes la construyen –que parece un barco con una tripulación más empeñada en hundirlo que en trabajar por llegar a puerto–, no es precisamente un país xenófobo, que desconfíe o tenga miedo del extranjero («xeno» en griego significa extranjero), sino al revés: es un país históricamente mestizo, hecho con «invasores», que quizás por eso desconfía... de sí mismo. Ello le impide, además, reparar en cualquier peligro que no venga de su interior. Un pueblo endofóbico, que practica el malinchismo (así llaman en México, injustamente en mi opinión pues eso desdeña la notable figura indígena de doña Marina La Malinche, al desprecio por lo propio y el apego por lo extranjero). El impulso histórico más reseñable en la historia de España es el odio contra sí misma, creo que porque está convencida de que ella es su propia extranjera; que el extraño que la amenaza está en su naturaleza: dentro de ella misma.