Derechos Humanos
Derecho a suicidarse
Truco de psicólogos es hacerte repetir en voz alta una palabra común (vaca, por ejemplo) hasta llegar a un momento en que se convierte para el sujeto en una onomatopeya carente del menor sentido y exenta del recuerdo de los cuernos y la leche. El universo mental es un misterio y es posible que el área de la memoria se defienda de esta forma de un ilógico abuso repetitivo. La memoria se repliega brevemente sobre sí misma para evitar la intromisión de un repetitivo irracional convertido en tóxico. Se escuchan jóvenes, quizá analfabetos funcionales o víctimas de nuestro frankesteniano sistema educativo, defender en los medios el derecho a decidir con la misma convicción que el derecho a la vida o la inviolabilidad del cuerpo humano. No existe el derecho a decidir como no existe el derecho al suicidio. La sociedad entiende que el acto de hurtarse a la vida, por cualquier causa, no debe ser penalizado, pero si fracasas en el intento, no te remiten a la morgue para una autopsia cerebral, pero sí a un psiquiátrico para desenredarte el «tedium vitae». Pocas sociedades, como Holanda o Suiza, dadas a extravagantes experimentos con la naturaleza de la existencia, han despenalizado la asistencia al suicidio promoviendo un turismo mortuorio y la boyante emergencia de empresas que te matan previo pago. Ningún político osa proponer el derecho al suicidio, pero florecen con todo descaro los que consideran que las amputaciones territoriales pertenecen al derecho natural, no existiendo la más pequeña jurisprudencia al respecto. Tras la Gran Guerra el presidente Wilson intentó en sus 14 puntos un aproximamiento a la liberación de pueblos colonizados, rápidamente olvidado por la Sociedad de Naciones. Wilson excluía de la emancipación a territorios con frontera terrestre con la metrópoli y a aquellos federados, confederados o autonomizados. El imperio austrohúngaro fue caso aparte porque se convino en derribar su esqueleto. El derecho a decidir fue después la excusa nazi para arios nacidos en otros países. Hoy, la descolonización ultramarina promovida por Naciones Unidas tras la Guerra Mundial ha sido introducida en un alambique mental y destilada por los pícaros como derecho a decidir una independencia de mercadotecnia que sirve para una secesión o para matar al vecino de arriba que pone la televisión demasiado alta. El derecho a decidir es la patología del suicidio.
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