César Vidal
Descubriendo a Prado
Una de las satisfacciones que más aprecio entre las que depara esta vida es la de descubrir a personas inteligentes. Tan poco abundante espécimen quizá no esté de acuerdo conmigo, pero deja siempre de manifiesto una capacidad para pensar por sí misma de manera crítica e incluso brillante. Es el caso de Prado Esteban, una autora a la que he descubierto recientemente. Tengo que reconocer que algunas de sus posiciones sobre la cultura industrial o las sociedades agrarias se me presentan teñidas de cierta visión mitificada que me recuerda a Tolkien o a Chesterton. Sin embargo, debo decir que, a pesar de su condición femenina o quizá precisamente por ella, Prado Esteban ha desarrollado una crítica sobresalientemente humana, completa, profunda y aguda sobre la ideología de género y el feminismo. Contra lo que puedan pensar algunos, no es una reaccionaria ni una conservadora. Por el contrario, tengo la sensación de que se ubica en un lugar de la izquierda que muchos considerarían antisistema, pero que se nutre, entre otros, de aportes como los de la filósofa francesa Simone Weil. No es el grito de la caverna. Es la voz limpia y lúcida que se alza frente a una ideología que, al fin y a la postre, convierte a las mujeres en menores de edad necesitadas de la tutela opresiva del poder; que miente al convertirlas en sujetos de una victimización perpetua; y que pide más y más prestaciones no como fruto de la indignación frente al estado sino de lo que denomina sabiamente «el espíritu mendicante que acompaña a la izquierda». No sólo eso. Prado Esteban ha desvelado cómo detrás de la ideología de género que es impulsada por los poderes y que beneficia a nuevas oligarquías aparece un «auténtico feminicidio» que es «obra de los sexismos políticos que dicen representar a la mujer». Ese feminicidio no sólo está logrando esclavizar a millones de mujeres que no se percatan de ello –aunque algunas se beneficien de la farsa por razones que van más allá del mérito– sino que además las está llevando a perder partes esenciales de su peculiaridad humana. No pretendo, por supuesto, resumir ni condensar toda la riqueza que abrigan las reflexiones de Prado Esteban. Sí debo decir que sus conferencias y sus escritos forman parte de lo más original y penetrante que existe sobre el tema. Seguramente, jamás será ministra de cuota ni le darán una subsecretaria, pero para mí constituye el descubrimiento de una persona real y auténticamente inteligente.
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