Irene Villa

Desolación

La Razón
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Ni la seguridad, ni la permanente alerta, ni la investigación y actuación de las Fuerzas de Seguridad, ni la colaboración de tantos países... nada ha podido evitar que de nuevo la desolación nos invada tras la gran desgracia de que decenas de personas tengan de nuevo que aprender a vivir a pesar del terrorismo, sin sus seres amados, con sus cuerpos marcados de por vida por el odio y la rabia de quienes caen en la trampa, a veces mortal otras demoledora, del extremismo fanático. Seguro que lograron evitar otros muchos ataques, por suerte truncados, otras desgracias que hubieran sido quizá de mayores proporciones aún. De nuevo tenemos que acudir a las mismas palabras de solidaridad, aliento para los supervivientes, condena total de cualquier tipo de violencia, y la ansiada y necesaria unidad tanto de los países como de las fuerzas y cuerpos de seguridad de nuestro continente. Precisamente aquí se reunían el miércoles por el Pacto Antiyihadista. Lo sorprendente es que una de las formaciones políticas de España, consciente de la necesaria unidad para luchar en bloque contra el terrorismo, siga sin querer firmarlo. ¿Por qué? ¿Es que no considera enemigos a esos que perturban la paz, que odian la multiculturalidad, que no consienten la convivencia pacífica de las culturas, que creen solo válida su religión? Han demostrado, y lo seguirán haciendo en cuanto tengan una mínima posibilidad, que lo único que saben hacer es destruir y matar. Continúan reclutando futuros asesinos y sembrando el odio como germen de un mal que promete esparcir aún muchísimo más dolor. ¿A qué esperan para firmar ese pacto? Frente a la desolación que provoca ese semillero de yihadistas que amenaza al mundo entero, escuché el testimonio del hijo del terrorista El-Sayyid Nosair, quien, pese a la cerrada educación que recibió, comprobó que ni judíos, ni homosexuales eran, como le habían aleccionado, merecedores de la muerte. Hoy lucha por las víctimas del terrorismo defendiendo «que la violencia no es inherente a ninguna religión o raza. Que los hijos no tienen que seguir los caminos de sus padres».