Julián Redondo
Despedida
Veinticinco años después, Casillas cambia de equipo. Cinco lustros en el Madrid y un palmarés que entre los éxitos que ha protagonizado en el club y en la Selección se antoja inigualable. Deja el centro de la península Ibérica para prolongar la leyenda junto al Atlántico, a 565 kilómetros, poco más de cinco horas por carretera. El Oporto es el destino, un equipo con solera que juega en una liga menor –comparada con la española, la inglesa, la italiana o la alemana–, pero que sabe competir en Europa. Es campeón. Y un lince. Va a ingresar 66 millones de euros por las ventas de Danilo, precisamente al Real, y Jackson Martínez y aprovecha la coyuntura del tope salarial para que el Madrid corra con la mayor parte de los gastos. Y lo hará. Facilitó la salida de Raúl al Schalke sin que aquel capitán perdiera un céntimo en el traslado y con éste repite la operación. Cumple con la palabra dada al cancerbero cuando en 2014 la situación empezaba a ser insostenible; así que le pagará el año de contrato pactado (15 millones) y además le tributará un homenaje. Merecido, después de lo que ha hecho y de lo que ha pasado. A propósito del nuevo debate que se abre en la portería con la llegada de Kiko Casilla y la interinidad de Keylor Navas, mientras cuadran las cuentas con el Manchester para fichar a De Gea, me confiesa un antiguo entrenador de Casillas: «Ojalá que estos porteros puedan ejercer su profesión sin burdas presiones. A Iker, el mejor portero del mundo, le machacaron psicológicamente y le degradaron hasta límites insospechados. Nadie se merece un trato así». Adiós y amén.
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