Iglesia Católica

Diálogo

La Razón
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Ésta es una de esas palabras que desde hace décadas figura en el vocabulario eclesial más frecuente. No hay más que recordar la primera encíclica del papa Pablo VI «Ecclesiam suam», que proclamaba la voluntad de la Iglesia de dialogar con el mundo contemporáneo. Los mismos textos del Concilio Vaticano II, sobre todo los que se refieren a las relaciones de Roma con las otras religiones o con el mundo de la increencia, están plagados de invitaciones a dialogar. Sólo así se podrá avanzar en la búsqueda de la deseada unidad de los cristianos y en las intercomunicación con las grandes religiones. En su penúltima audiencia jubilar el papa Francisco ha dedicado su alocución a este tema. «Escuchar, explicar con dulzura, no ladrar al otro, no gritar, sino tener siempre el corazón abierto». Así ha definido el Pontífice las características de un diálogo que pueda ser respetuoso y profundo. A quien crea que esta estrategia del diálogo es una de esas «modernidades» introducidas para disimular la cobardía en la proclamación de la verdad, o mejor dicho, de las «verdades», bastaría recordarles la hermosa escena de Jesús con la samaritana al pie del famoso pozo de Sicar. «Jesús –dijo Bergoglio– conocía muy bien lo que estaba en el corazón de la Samaritana, una gran pecadora, no obstante lo cual la dejó explicarse, la ha dejado hablar hasta el final y ha entrado poco a poco en el misterio de su vida». La enseñanza que se deduce de este episodio es que «a través del diálogo –subrayó– podemos hacer crecer los signos de la misericordia de Dios y hacerla instrumento de acogida y respeto». El diálogo es, desde luego, una expresión de cultura y de civilidad. Las sociedades modernas necesitan que dialoguen las diversas fuerzas políticas, los factores determinantes de la vida económica, los exponentes de las minorías lingüísticas o culturales con los de la mayoría, los creadores y, en general, todos los que deben cooperar para que reinen la armonía y la solidaridad. Por desgracia no es eso lo que está ocurriendo en estos momentos tanto a nivel internacional, con escenarios sangrientos de increíble crueldad, como nacional, donde hemos sido testigos durante meses de la incapacidad de partidos o formaciones políticas de hallar un común denominador que ayude a estabilizar un país que necesita ser gobernado por unos o por otros, pero gobernado.