Enrique López

Discordia en la querella

Decía Pablo VI que si quieres la paz hay que buscar la justicia, y es así. Siempre debemos buscar la justicia o al menos intentarlo; pero mientras discutimos sobre lo que es justo o no tenemos que tomar decisiones, y éstas sólo pueden estar basadas en la ley, cuyos autores también debieran aspirar a que aquella fuera lo más justa posible. Esta semana al margen de otros acontecimientos, podemos calificarla como la semana de la querella, habiendo asistido a un extraño espectáculo. Nos hemos encontrado con algunos fiscales que han querido ser jueces, políticos que anteponen el diálogo al cumplimento de la ley, tachando de oportuna o inoportuna su aplicación, en fin, una suerte de sinrazones que nos introducen en un momento proceloso y no exento de cierta zozobra. Nuestro sistema obliga a perseguir los hechos que revistan la naturaleza de delito, y así se hace con cualquier ciudadano, adelantar al momento de la presentación de la querella aspectos que sólo mediante la investigación se podrán valorar después, es introducir un criterio excepcional que se aplicaría sólo en un caso sin justificación alguna, mas allá de a quien afectara la querella, y esto no se concilia con el principio de legalidad y de igualdad. El aforamiento sólo puede afectar a la determinación del juez al que le corresponde la competencia, no al resto de los presupuestos de la acción penal. Si a esto le añadimos que para algunos responsables políticos los criterios de presentación de una querella no son el estudio de los hechos y su naturaleza penal, sino si es o no oportuno, estableciendo una paralelismo aberrante entre el diálogo y la investigación criminal, nos adentramos en un escenario terrible. No hay que tener temor a los Tribunales, decidan lo que decidan; no mezclemos política y justicia.