Alfonso Ussía
Doctores
Está plenamente demostrado que los médicos que informaron sobre el estado de salud del asesino Bolinaga se han equivocado todos a su favor. Las víctimas del terrorismo han anunciado su intención de demandarlos. Anímicamente tienen razón, como siempre. Pero creo que con esos médicos, brillantes oncólogos, habría que fundar un hospital. «The Bolinaga Hospital Center» en Mondragón. Competiría con los grandes hospitales de Madrid, Barcelona, Nueva York y Houston. El único problema, no sencillo de subsanar, se radicaría en la igualdad de trato e interés para con todos los enfermos. Algo así como «"The Bolinaga Hospital Center of Mondragón"garantiza que serán tratados con la misma profesionalidad, eficacia y afecto los terroristas que el resto de los pacientes ingresados en la clínica por alteraciones oncológicas». Una forma de ofrecer tranquilidad a quienes padecen de un cáncer devorador y terminal y desean tomar copas, salir de paseo y comer con los amigos un año después de ser desahuciados.
En homenaje a quien dará su nombre al «Bolinaga Hospital Center of Mondragón», los enfermos podrán solicitar desde sus habitaciones toda suerte y variedad de bebidas alcohólicas, que se ha demostrado que alargan la vida, de acuerdo al creciente estado de salud de Bolinaga. Y un gran surtido de pinchos –allí en Mondragón se escribe «pintxos», que resulta más autóctono–, que pueden ir de la merluza rebozada con pimientos, al siempre seguro «pintxo» de tortilla española, que en Mondragón no será española pero igualmente tortilla. Y chacolí. Chacolí a manta, a raudales, a chaparrones.
–Doctor, me siento algo débil–; –no se preocupe, ¡enfermera, una jarra de chacolí para la habitación 234! Y al día siguiente, como una rosa.
Tengo la suerte de haber emparentado con uno de los grandes oncólogos que trabajan en España, concretamente en la Clínica Quirón de Madrid. Hace milagros, sana, alarga la vida de los que a él acuden y todos, sin excepción, disfrutan de su sabiduría y su bondad. Le he propuesto que estudie detenidamente el «caso Bolinaga», pero como todos los sabios es bastante ajeno a las obviedades. Más o menos me lo explicó, con más o menos estas palabras: «Bolinaga salió de la cárcel por padecer un cáncer terminal que no era nada terminal». En resumen. Que todo es una farsa donde lo único que responde a la estricta realidad es que el vino es vino, el chacolí es chacolí y las cocochas de merluza de los sábados son las cocochas de merluza de los sábados. Los domingos, cuando es temporada, toca chipirones –txipirones–, en su tinta, y cuando los chipirones –txipirones–, son congelados, bacalao al pilpil, que aquí reconozco mi fallo porque no sé como se dice ni escribe «pilpil» en vascuence. Si el bacalao no es recomendable, «txangurro» desmenuzado en su propia concha.
Para concederle más seriedad al asunto es fundamental que los precios del «The Bolinaga Hospital Center of Mondragón» sean altos, de acuerdo con el nivel de vida que mantiene algún enfermo terminal domiciliado en esa localidad guipuzcoana, que es ciudad triste y encajada entre verdes y jugosas montañas. Me aseguran que Bolinaga no dio un palo al agua en prisión, y que nadie sabe a ciencia cierta de dónde saca el dinero para vivir a un tren tan disparado. No se trata de un caso a despreciar. Merece atención analítica y sociológica. Como corearon sus compañeros de perversidades, malhechores de la ciudadanía, pocos días atrás en Eibar a un grupo de víctimas del terrorismo: «Los nuestros están en la calle, y los vuestros en el hoyo». Por supuesto, esta chulería, este recochineo criminal, será pasado por alto por nuestras autoridades políticas y judiciales con el fin de no entorpecer el bello y luminoso «camino hacia la paz». Bolinaga tampoco se ha arrepentido de sus crímenes y de sus secuestros torturadores. Presume de ellos. Y es saludado, celebrado e invitado en los bares y restaurantes de Mondragón. En las «herriko tabernas» es un héroe de la liberación vasca, y tanto apoyo y elogio le han ayudado a engordar unos cuantos kilogramos en su situación terminal que jamás termina.
Reúnase con urgencia el consejero de Sanidad del Gobierno vasco con los médicos de Bolinaga. Que sea construído inmediatamente el centro oncológico en Mondragón. Puede terminar siendo el negocio del siglo. Y de presidente honorario perpetuo del «The Bolinaga Hospital Center of Mondragón», obviamente, Bolinaga. ¿Que fallece en veinte años? Pues se nombra a otro. No hay problema. Ley de vida, que no de muerte. La muerte, para los que asesinó.
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