Francisco Marhuenda
Don Juan Carlos, un Rey excepcional
La Monarquía es una institución que goza de buena salud a pesar de los frívolos deseos de los que persiguen la abdicación de Don Juan Carlos como preámbulo para luego acabar con ella y de los minoritarios sectores republicanos, que tienen escaso peso. El Rey es una de las figuras más importantes de la Historia de España. Es algo incuestionable y explica la enorme fascinación que genera tanto en nuestro país como en el resto del mundo. Es la figura favorita de los hispanistas y ha sido objeto de numerosas biografías, algunas mejores que otras, aunque siempre he pensado tras leerlas que sigue siendo un personaje a la búsqueda de un buen autor. Es un hombre brillante y complejo que supo navegar por aguas complejas, que tuvo una infancia y juventud tristes y difíciles y que llegó a Rey cuando muchos estaban convencidos de que no lo conseguiría o que sería efímero. No necesita ni cortesanos ni aduladores, y mucho menos que nadie le ponga en un pedestal como si fuera un mito. Los errores que ha cometido, por cierto irrelevantes y circunscritos al ámbito personal, quedan eclipsados por el conjunto de una obra que los historiadores prestigiosos califican como extraordinaria. No hay que olvidar que hizo algo inusual en nuestro país, que fue pedir perdón.
No es una casualidad que algunas de las naciones más avanzadas del mundo sean monarquías. Es cierto que otras son repúblicas. La popularidad de la Corona en esos países es muy elevada y no cuenta con un rechazo destacable. Los gobiernos se suceden y la institución permanece como símbolo de la continuidad de las naciones, su historia y sus tradiciones. Esto es lo que fortalece a la institución. La Monarquía es la consecuencia de la historia y de su capacidad de adaptación a las necesidades de unas sociedades modernas y en progreso constante. No sólo no ha sido un lastre para el progreso, sino una garantía para conseguirlo, como es fácilmente comprobable, por citar algunos ejemplos, en Gran Bretaña, Holanda, Dinamarca, Bélgica, Suecia y Noruega. Don Juan Carlos ha puesto en valor esta institución desde que en 1975 asumió la Corona y se convirtió en el artífice de esa gran obra que fue la Transición. No lo hizo solo, sino en compañía de muchos, pero no hay que olvidar que fue su impulsor. Lo más relevante es que todavía le queda un importante recorrido al servicio de España, la gran pasión de su vida y el compromiso que aprendió de sus padres. La institución tiene una excelente continuidad en la figura del Príncipe de Asturias, que es sin lugar a dudas el heredero mejor preparado y goza de una gran popularidad que se ha ganado por su simpatía y proximidad. La monarquía tiene un gran futuro en España gracias a su utilidad y a su carácter simbólico.
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