Julián Cabrera
Dudoso miedo
Existe una tendencia que no acaban de sacudirse los «gurús» de la demoscopia política por conceder un supuesto peso estratégico electoral, tanto al llamado «voto útil» como a los «mensajes del miedo». La validez de ambos renquea por los cuatro costados.
El resultado del referéndum griego no sólo ha demostrado que los mensajes del miedo –aunque estén cargados de razón– no resultan efectivos cuando el magma del sentir general va por otros derroteros, sino que deja una clara lectura en clave española para quienes tratan de fiarlo todo a la disyuntiva ente el abismo que suponen las opciones populistas y la cordura de las opciones políticas de corte convencional.
La lección griega es especialmente válida para el Gobierno presidido por Mariano Rajoy. Una cosa es señalar los postulados extremos de formaciones como las que se han asociado al PSOE de Pedro Sánchez, tras los comicios municipales, y otra muy distinta es obviar un hecho tan contundente como que el mismo Samaras, que llevó a su país a atisbar la salida del túnel gracias a las obligadas políticas de ajuste y recorte, no fue capaz de evitar el tsunami de Syriza por mucho que lo pintase ante sus ciudadanos como el Armagedón populista en una larga campaña del miedo.
El Gobierno enarbola en estos días la más que legítima bandera del cumplimiento de las reglas y el esfuerzo que ello ha supuesto para un pueblo español que pronto notará la recuperación vía crecimiento económico y que está viendo la reversión en la tendencia del paro, pero son precisamente a los que se señalaba como equivalentes de Syriza quienes ahora tras el «no» del domingo sacan pecho, sabedores de que el cabreo general derivado de los recortes sigue pesando tanto o más que el miedo al abismo.
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