Carlos Rodríguez Braun
Economistas liberales
Peter J. Boettke evocó al Nobel James Buchanan y se preguntó: ¿qué deberían hacer los economistas liberales? Igual que su maestro Frank Knight, Buchanan se resistió a la ola posbélica que transformó a la economía «de una herramienta de la crítica social y la comprensión filosófica a una herramienta del control social y la ingeniería política aplicada». Knight añadía que tal cosa era una afrenta para los valores democráticos. Buchanan subraya que haría perder perspectiva a los economistas. Y así fue. Se desató «el auge de una teoría de los fallos del mercado que era institucionalmente aséptica y puramente formal, y de un enfoque de la economía pública como si fuera una ingeniería social». La propensión a acudir al Estado como si fuera un demiurgo que armonizaba mágicamente la sociedad no fue exclusiva de la planificación socialista sino que se extendió al mundo llamado capitalista. El reproche de Buchanan no era contra la abstracción de la teoría neoclásica. Todos los modelos son abstractos. Lo que decía era que la abstracción predominante en la teoría económica era incorrecta porque eludía el contexto institucional. Recomendaba estudiar los mercados reales, los intercambios reales. Aplicó este mismo realismo al Estado, y alumbró la nueva teoría de la «public choice», que permitió a los economistas dejar atrás la edad de la inocencia con respecto a la política. Les permitió... pero muchos no quisieron, y prefirieron seguir siendo lo que son: «Una profesión gris de eunucos ideológicos». Les hemos visto mil veces: como los recursos son escasos, nada es gratis, etc., aquí el problema es meramente técnico y asignativo. Típicamente, como los mercados tienen fallos, el Estado tiene que intervenir, y aquí estamos nosotros para resolver sus problemas técnicos. Y a los que no quieran seguir el juego, los despreciamos como si fueran aficionados charlatanes. En este proceso se perdió la esencia misma de la ciencia, que es analizar el mundo real, y ese mundo real tiene instituciones, tiene Estados, ante los cuales, como siempre insistió Buchanan, la teoría económica tradicional es, al revés de lo que parece, demasiado simple. La explicación estriba en la complejidad de los intercambios fuera de los mercados, los intercambios políticos que generan acuerdos sobre las reglas del juego del propio intercambio económico, y producen externalidades positivas y negativas muy por encima de las que generan los transactores mercantiles. El economista político, al revés del neoclásico convencional, debe analizar la formación de esas reglas, o meta-reglas, y la estrategia de los juegos políticos dentro de las mismas. El campo de investigación es muy amplio, como lo demostró la Nobel Elinor Ostrom con su estudio de las normas en contextos institucionales muy diversos, con problemas de administración de los «comunes». Estos campos de análisis son teóricamente ricos, porque reflejan la realidad mucho mejor que la teoría neoclásica. No desprecian las herramientas de los economistas, sino que las emplean más provechosamente. Y resitúan la defensa de la libertad con rigor académico y con peso moral.
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