Motociclismo

Alfonso Ussía

El 13

La Razón
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Ángel Nieto no admitía la existencia del 13. Ganó trece campeonatos del mundo de motociclismo, casi todos de ellos en blanco y negro, y se refugiaba en sus 12+1 triunfos para omitir el 13. Ángel Nieto era de Vallecas, vivió en Barcelona, se montó en una Derbi y conquistó el mundo. Se jugó la vida setenta veces siete, y le vino la muerte en un «quad» a cuarenta kilómetros por hora. Antonio Bienvenida llevaba en su cuerpo treinta cornadas, entre ellas la terrible en el cuello de Las Ventas. Estoqueó a tres mil toros, y lo mató una vaquilla en campo abierto, sorprendiéndolo por la espalda. El mítico cazador blanco Alexander Lake sobrevivió a cargas y ataques de elefantes, hipopótamos, búfalos, leones y rinocerontes. Murió de un quiste que le contagió su perro, al que acariciaba mientras escribía sus aventuras en su casa de Kenya. La muerte cuando viene decidida y sincera, siempre gana.

Ángel Nieto ha sido de los grandes. Pionero del triunfante motociclismo español, como Seve Ballesteros lo fue en el golf, Manolo Santana en el tenis, Francisco Goyoaga en la hípica, el duque de Alburquerque en el turf, Federico Martín Bahamontes en el ciclismo, Paquito Fernández Ochoa en esquí, Blume en gimnasia, y el marqués de Portago en automovilismo. Pero Ángel Nieto, además, era supersticioso. Dos de mis tres hijos nacieron en martes y trece, y siendo cuarterón andaluz, andaluz de los Puertos, me siento sin inquietud alguna en una mesa con trece comensales. La superstición es una herida abierta que molesta durante toda la vida. Otra cosa, y mucho más grave, son los gafes, cuya existencia y peligrosidad está científicamente demostrada. Gafes, contragafes, sotanillos y manzanoides, los dos últimos portadores de males de incomensurable crudeza. He conocido a personas dotadas de una inteligencia clara y educación primorosa, que no abandonaban la cama cuando durante los días 13 de cada mes que coincidían con el martes. Y hasta un sacerdote, un santo párroco, que no oficiaba la Santa Misa si en el trayecto de su casa a la iglesia se topaba con un gato negro. – No se puede consagrar la Sagrada Forma pensando en la cabronada que me va a pasar por culpa del maldito gato–.

Las supersticiones son muchas. Jamás deambular por debajo de una escalera, los centros de mesa con flores secas, las peceras en las casas, el gato negro, el martes y 13, y el color amarillo para actores y toreros, que es mi color favorito. Cada ser humano es libre de buscar en seres y objetos el peligro de la mala suerte. O en los defectos físicos. La mirada de un bizco o de un tuerto, los andares de un cojo, la aparición imprevista de un pelirrojo, el vuelo de un cuervo o el estanque con ciprinos dorados de la China, que no son dorados sino naranjas. Y por supuesto, el siempre desapacible y angustioso encuentro con cualquier tipo de serpiente, que ahora se ha puesto de moda entre los animalistas con pretensiones de originalidad como animal de compañía. Un asco de moda.

Pero el 13 es para mí un número benéfico. Jamás me ha molestado. Y creo que ser campeón del mundo de motociclismo en trece ocasiones es una hazaña sólo al alcance de los elegidos. Todos hemos respetado la superstición del genio refiriéndonos a sus doce más una victorias mundiales. Ya en su descanso, estimo que debemos recapacitar y concederle al 13 el trato que merece.

El gran deportista español era un tipo singular, simpático y familiarmente, un padrazo y un tiazo. Además de su maestría sobre la moto, tuvo la generosidad durante muchos años de narrarnos las carreras por la Uno y hacernos ver lo que no estaba al alcance de los ignorantes. Fue un gran narrador, simpático, natural, nada impostado, nada pedante. El polo opuesto de Valdano cuando comenta un partido de fútbol. Las carreras de motos sin su voz perdieron fuerza, como le sucedió al tenis de la Copa Davis al silenciarse la voz, el tono y la maestría de Juan José Castillo, que erotizó el tenis de Manolo Santana cuando la bola de nuestro campeón botaba en la línea y Castillo celebraba el trance con su «¡Entró, entró!».

Y sobre todo, además de genio del deporte y ejemplar en su bondad humana, Ángel Nieto era un español rotundo, como la copa de un pino, orgulloso y activo. Le dejo mis palabras de gratitud en forma de elegía, y le pido perdón por recordar que ha sido en trece ocasiones campeón del mundo de motociclismo. No doce más una, sino trece, que es cifra reservada a los más grandes. Descansa en paz, campeón.