Represión en Venezuela

El 18 de Brumario de Maduro

La Razón
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Las elecciones constituyentes del pasado domingo en Venezuela fueron, en realidad, un golpe de estado de Maduro contra la Asamblea Nacional. El autócrata bolivariano había visto reducido notablemente su poder desde la victoria de la oposición en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015: las formaciones antichavistas controlaban dos tercios del Parlamento venezolano y, habida cuenta de la frustración general contra Maduro, llevaban meses tratando de impulsar un referéndum revocatorio que lo apartara del poder. En un primer momento, el Gobierno bolivariano instrumentó al Tribunal Supremo –copado por el chavismo– para declarar en rebeldía a la Asamblea Nacional y apropiarse de sus competencias: fue tal el revuelo internacional generado que en apenas un par de días tuvo que recular y restablecer las competencias de la Asamblea. Pero Maduro no cejó en su empeño de nulificar el parlamento y para ello promovió unas fraudulentas y amañadas elecciones constituyentes cuya celebración suponía la disolución de la Asamblea. A su vez, adquiría el control de la nueva Asamblea Constituyente y, por tanto, la capacidad de redactar una nueva Carta Magna que finiquitara legalmente toda separación de poderes. Un coup d’état en toda regla. Sin embargo, la izquierda chavista española (organizada en torno a Unidos Podemos) ha pretendido ridiculizar la idea de que un presidente en activo pueda dar un golpe de estado: los golpes, dicen, los da el ejército contra el gobierno legítimo, no el gobierno legítimo contra sí mismo. Los autogolpes, en pocas palabras, son un concepto inventado por la derecha para desacreditar al chavismo. Pero nadie dice que Maduro haya dado un golpe de estado contra sí mismo, sino contra la Asamblea Nacional: un golpe interno para consolidar y ampliar su poder. De hecho, llama la atención que la izquierda patria se halle tan poco familiarizada con el concepto de «autogolpe». A la postre, el más conocido libro de historia escrito por Karl Marx, el 18 de Brumario de Luis Bonaparte, narra justamente cómo Luis Napoleón Bonaparte, presidente de la república francesa en 1851, disolvió militarmente la Asamblea Nacional controlada mayoritariamente por la oposición monárquica (por el Parti de l’Ordre) con el propósito de, primero, encarcelar a la disidencia política y, después, modificar la Constitución para incrementar los poderes del Ejecutivo a costa de la Asamblea Nacional. Un autogolpe calcado al de Maduro aunque sin su fraude electoral. Ya lo dejó escrito Marx: «La historia siempre se repite; primero como tragedia, y después como farsa».