Paloma Pedrero
El abuelo dandi
Voy caminando por el parque y me chista. Le miro y me hace un gesto con su bastón para que me acerque. Voy: «Por favor, señorita, no te robaré mucho tiempo. Te quería decir que tengo un trabajo para ti. Vamos, si es que estás en paro. Verás, necesito una mujer que me cuide. Bueno, si quisieras conocerme e hiciéramos migas podríamos... Pero comprendo que a lo mejor necesitas dinero y no quieres compromiso. Por eso te ofrezco trabajo. No tengo problemas económicos, la verdad. Así que podría ser media jornada o completa, como te convenga. Yo prefiero jornada completa porque así sólo tendría que contratar a una mujer. Y yo siempre he sido un hombre fiel. Pero si no puedes, vemos de arreglarnos con media jornada. Por el salario no te preocupes que soy generoso. Aunque, claro, si conociéndonos llegásemos a algo ya no tendría sentido pagarte. Porque, hija, el amor no tiene precio. Pero vamos, que eso es una posibilidad, sólo eso. Mientras tú estés en paro yo no tengo inconveniente en pagarte lo tuyo. Ya tengo los hijos criados. Vamos, que tengo hasta nietos mayores, así que vas a estar muy tranquila. Y mi casa es bien hermosa. Tendrías que limpiar un poco pero, sobre todo, atenderme a mí. Hacerme la comida, ayudarme a vestirme, pasear, ir al cine... Bueno, las cosas normales. A mí, como ves, me gusta ir muy limpio y planchado, siempre he sido un dandi. Ahora que si prefieres que venga una chica a llevarnos la casa, yo encantado. Es cuestión de conocernos, preciosa». Lo siento, le dije, pero es que ya tengo trabajo a jornada completa. Se sintió muy decepcionado el pobre.
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