María José Navarro
El autobú
La empresa Alsa está cumpliendo estos días noventa años y servidora está dispuesta a celebrarlo aunque en su «juventú» haya sido más de La Requenense. Porque una, que era muy de los poemas de Blanca Andreu pero muy cateta y muy de volver a casa a las primeras de cambio, se pasaba media vida en un autobús. Y así siguen pasando media vida jóvenes, estudiantes, parados, jubilados y gentes que miran por su monedero, que somos mayoría a estas alturas. El caso es que soy muy fan de Alsa y de aquellas paradas de cuarto de hora en los bares de carretera, uno detrás de otro, con venta de perdices cazadoras disecadas y con frascos de lomo de orza en la nacional trescientos cuarenta. Alsa y sus vehículos cumplen estos días noventa años en plena expansión asiática, pero siguen manteniendo vivos los cimientos de la Empresa Cosmen, aquella de la que un buen día ya hablaba Jovellanos como emporio transportista en sus crónicas. Hoy, Alsa España está gestionada por Jorge Cosmen y Asia, por Andrés Cosmen, es decir, con la que está cayendo, hay marcas que mantienen sus esencias y Dios quiera que sus puestos de trabajo. Así que déjenme levantar mi copa por Alsa y por aquellos viajes Albacete-Murcia de hace veinte años en los que servidora compartía bus con los tres ejércitos que iban a Cartagena, los tres muy fumadores. Total, que llegaba una a San Andrés con tabacalera en la pechera y con siete piropos en «tó» lo alto. Y también con la ropa verde: mi madre se empeñaba en llenarme la maleta de «tuperguares» repletos de espinacas cocidas, de moje manchego y de platos de cuchara. Benditos autobuses nuestros.
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