Alfonso Ussía
El barco
En Barcelona, su alcaldesa Ana Colau se ha doblado el sueldo prometido. En Madrid, su alcalde de verdad, Pablo Iglesias, gran experto en detener aviones para llegar a tiempo a su embarque, se ha soltado la melena –imagen figurativa–, y ha demostrado a los suyos que en todo ese tinglado grasiento y sórdido del llamado populismo, manda él y sólo él. Lástima que Chesterton fuera inglés. No puede quitarle la calle. Chesterton decía que la mejor fórmula para no perder el tren era llegar a tiempo para subirse al anterior. Chesterton se tomaba los viajes en tren muy en serio. Un día le acompañó a la estación uno de esos pelmazos que suben al tren con el viajero y se despiden cuando el maquinista anuncia con el silbido que el convoy va a arrancar. El pelmazo hablaba y hablaba, sonó el silbido, el tren inició su marcha, y Chesterton se vio obligado a advertírselo. «Señor Forester, dese prisa porque va a perder el andén». El alcalde de Madrid, Pablo Iglesias, hubiera detenido el tren hasta terminar su rollo.
Pero no es ése su problema. El alcalde de Madrid aspira a gobernar España. Está decidido a ello. Cuenta con el apoyo del PSOE, espera ganarse la confianza de Ciudadanos y sumar a su cruzada anti-PP a todos los restantes partidos de izquierdas, nacionalistas y separatistas. A eso se le llama jugar con ventaja. Hay un precedente. En el semanario futbolero «El Gráfico», que se edita en Buenos Aires, el cronista da cuenta de los aconteceres más sobresalientes de un partido entre el River Plate y el San Lorenzo de Almagro. Empate a cero hasta el minuto 89. En ese fatídico minuto para el San Lorenzo, River marca. Y dice el cronista. «Mientras los once bravos jugadores de San Lorenzo se lamentaban sobre el pasto de su mala fortuna, los veinte componentes del River celebraban el gol en el centro del campo». Así cualquiera.
Los hay que aseguran que el sueño del alcalde de Madrid es gobernar España para convertir a nuestra vieja nación en un Estado con régimen comunista. Los hay que aseguran que ya en el poder, el alcalde de Madrid destrozará el mapa de España como si fuera un recortable. Y los hay que certifican, que el alcalde de Madrid desea mandar en España para cumplir con una promesa que le hizo a Tania Sánchez una tarde calurosa mientras remaban por el estanque del Retiro. «Cuando yo mande, compañera Tania, veranearemos en un barco».
Ahora que el Rey ha renunciado al suyo, podría servir a la joven y coherente pareja. Pero sin colmar sus ilusiones. El barco que deseaban el alcalde de Madrid y su compañera Tania de Vaciamadrid no es otro que el «Azor». Y del «Azor» no queda absolutamente nada, exceptuando un cubo prensado y rectangular de hierros y amasijos que se expone en un museo de Arte Moderno y que produce pasmo entre los visitantes. Pasmo por su exposición, que no por otro motivo.
El «Azor» pertenecía a la Armada y se le adjudicó su uso al Caudillo. Lo he visto en centenares de ocasiones fondeado al socaire de la isla de Santa Clara en San Sebastián. De allí partía, con Franco a bordo, hacia La Coruña. Un Franco que no se escondía, siempre vestido igual con chaqueta azul, pantalones grises y una gorra de marino con el plato blanco. Fallecido el Generalísimo, El Rey Don Juan Carlos nunca lo utilizó. Sí lo hizo durante un verano Felipe González. Y le llegó la hora de ser desguazado. Pero un empresario burgalés, lo compró, y se lo llevó íntegro hasta la localidad de Cogollos, a pocos kilómetros de Burgos en la carretera de Madrid. Y ahí lo plantó, como si fuera un árbol. Un barco plantado en tierra no tiene sentido. Pasaban a su lado rebaños de ovejas, y en los sotos inmediatos, en las amanecidas y los atardeceres, era observado con inquietud por los corzos. A estribor, a lo lejos, la sierra de la Demanda. A proa, Burgos. A babor, la fábrica de aleaciones de magnesio del «Grupo Antolín», y a popa, Lerma. No era lugar para un barco, y al fin el empresario de hostelería se lo regaló a un escultor para que hiciera con él lo que su antojo le ordenara. Amasijo de hierros.
A pesar de la crisis, España está en condiciones de construirle un nuevo «Azor» al alcalde verdadero de Madrid. Mejor acondicionado. Franco tenía un camarote de guardiamarina, estrecho, con una cama angosta y una mesa. En esa cama no cabían dos personas. Ahora existen grandes interioristas navales, y estoy seguro de que el barco colmará las expectativas de la promesa en el estanque del Retiro.
Procédase a la construcción del «Azor II».
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