José María Marco
El basurero de la historia
Uno de los momentos más reveladores del debate de no investidura llegó cuando Patxi López, ejerciendo de –pésimo– presidente del Congreso, se permitió tutear a Pablo Iglesias y éste, muy rápido, le replicó con el mismo tratamiento. En el lapsus de Patxi López hay, primero, reconocimiento. Somos de la misma familia y pertenecemos al mismo bando, vino a decir. (Quizás también se quiso rejuvenecer un poco). Y se lo estaba diciendo al chico listo pero demasiado respondón, que es como la izquierda establecida de nuestro país ha venido tratando a esta nueva generación de izquierdistas. Por eso hay una segunda derivada en el tuteo, que López le había servido a Iglesias en bandeja: más jóvenes, sí, pero iguales. Los 300.000 votos de diferencia entre el PSOE y Podemos se escucharon casi como un insulto en la réplica de Iglesias.
En otras palabras, quien puede reclamarse de la herencia del abuelo soy yo, que para eso –además– me llamo igual que él. De ahí el acierto de Andrés Rojo al titular ayer en La RAZÓN que la nueva izquierda acababa de matar al padre, encarnado aquí en el tótem Felipe González, que Iglesias recordó con la «cal viva» de las víctimas del GAL. Los socialistas acusaron el golpe, como es natural. Hasta ayer nadie se había atrevido a tratarlos a ellos –y en el Congreso– como ellos mismos han venido tratando al centro derecha desde la Transición.
Hay mucha gente que se queja del desplome de las formas en la sociedad española. Se olvidan de que lo que dijo ayer Iglesias es un pequeño apunte de lo que Guerra, por ejemplo, dijo en sede parlamentaria a los miembros de UCD. Y es que la Transición fue, en parte, un pacto en el que la izquierda se hizo con la legitimidad virginal, de la que nunca se ha apeado desde entonces, mientras que los demás eran (o somos) herederos del totalitarismo fascista, cuando no fascistas pura y simplemente. Así ha sido durante mucho tiempo, con el centro derecha acatando –con alguna intermitencia– su lamentable papel... Hasta que antes de ayer el compañero politólogo Pablo decidió mandar al PSOE al mismo basurero de la historia al que el PSOE ha enviado siempre a todos los que discrepábamos. El por qué tanta gente finge escandalizarse de que se le dé al PSOE la misma medicina que el PSOE ha repartido siempre resulta un misterio, algo insondable y turbio.
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