Paloma Pedrero

El callejón de los pobres

La Razón
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Está en Madrid, en pleno barrio de Salamanca, pero nada tiene que ver con las calles anchas y señoriales que lucen por ahí. Este callejón es como un despiste inmobiliario, un lugar que parece sacado de un cuento en el que los protagonistas, gente humilde y peleona, consiguieron vencer a las excavadoras y sus diabólicos dueños. Y allí se quedaron, y pusieron bancos de madera y plantaron árboles y adoquinaron el suelo. Y en la esquina, uno de los vecinos, puso un bar. Un pequeño local con la terraza más hermosa del planeta, porque la terraza se esconde en el callejón, el llamado “de los pobres”. Yo cuando necesito pueblo me voy para allá con mi perra. Apenas tengo que cruzar unas calles y llego. Alguien desde un balcón me recibe siempre con un silbido de piropo. Al principio pensé que me había salido un pretendiente, después descubrí que era el loro de Sole, y que silbaba a todas. Porca miseria. Mi perrilla mueve la cola felicísima cuando se encuentra a María José, que llueva o truene la lanza la pelota mientras da migas de pan a los pájaros. Paco, el dueño del bar, me ofrece, ¿quieres tomar algo, Palomita? Y Juliana se asoma por la ventana del fondo porque tiene lotería. Ayer me dio una lección esta mujer sonriente. Me dijo que ahora todos queremos pisos grandes y altos, que en su bajo de treinta y cinco metros han vivido ocho personas y que cabían camas para todos. Y bien felices. Vamos, añadió, que si me tocara la lotería arreglaría el piso pero no me iría de aquí. Claro, pensé, en ningún lugar encontraría una ventana como esa para asomar su preciosa sonrisa. La sonrisa que, sin duda, no da el dinero.