Gobierno de España
El catarro y la viruela
¿Se han dado cuenta de que ya ni hablamos de Afganistán o Libia? De vez en cuando, si hay por medio una decapitación espeluznante o un niño despavorido, irrumpe Siria, pero más como espectáculo «gore» que como noticia.
El canalla de Maduro apenas merece atención, y eso que sigue haciendo el payaso, anuncia represiones bíblicas y ha comenzado lo que la oposición denomina «La Gran Toma de Caracas» y el tirano se puede encontrar en un par de días con la capital atestada de venezolanos reclamando pan y libertad. Brasil salía mucho durante los JJ OO, pero se ha esfumado y eso que la presidenta Rousseff está al borde del abismo. Ni siquiera prestamos atención a EE UU.
Aquí sólo importa lo doméstico, haciendo triste realidad ese viejo axioma periodístico según el cual hay que dar más espacio en portada a un brote de gripe en el barrio, que a una feroz epidemia de viruela en las Chimbambas.
Cierto que lo nuestro es para hacérselo mirar y no sólo porque seamos el único país europeo donde se han repetido elecciones desde la II Guerra Mundial. O porque llevemos ocho meses sin gobierno.
Lo peculiar del caso español, lo informativamente fascinante, es la caradura con la que algunos afrontan el embrollo. Me refiero entre otros a Pedro Sánchez, capaz de afirmar sin sonrojarse que no va a facilitar la investidura de Rajoy ni siquiera absteniéndose, que el papel del PSOE tras el 26-J es liderar la oposición y que no quiere volver a las urnas.
Una de las tres «patas del banco» cojea y hasta los gurús de la calle Ferraz se tienen que haber dado cuenta, pero les da igual. En eso, actúan como los de Podemos cuando sueltan que hay que respetar la ley, pero consideran atroz que no se permita al etarra Otegi ser candidato a lendakari.
Todo es teatro y del absurdo, como comprobaremos dentro de nada en las Cortes. Estoy seguro de que el presidente lleva muy estudiado el discurso, entre otras razones porque ha tenido casi un año para prepararlo, pero da igual lo que diga.
El desenlace de la votación, en primera y segunda instancia, está decidido por la camarilla que controla el PSOE. Aunque Sánchez todavía intentará hacer un apaño con Pablo Iglesias y los periféricos, a ver si se mete en La Moncloa, yo si fuera Rajoy me lo plantearía como la soflama de inicio de campaña de las terceras elecciones generales.
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