Cádiz

El charco, Kichi y el sapo

La Razón
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Hacía tiempo que andaba Kichi desaparecido. Y, entre quienes aguardan esas entradas y salidas de charcos a las que tiene tan simpáticamente acostumbrado el alcalde de Cádiz, estas semanas de ausencia han provocado verdadera melancolía. Atareado con la murga y el pito de caña, el rector gaditano ha tenido la decencia de esperar hasta la víspera de la Cuaresma para comerse en hora de máxima audiencia el sapo de la contradicción. Que él, y el grupo Podemos, había votado a favor de la venta de corbetas bélicas a Arabia Saudita era algo ya conocido, pero tal como lo ha defendido Kichi en televisión habría provocado la envidia del mismo Von Bismarck. Es la «realpolitik», espabilados. No es lo mismo gritar por la paz detrás de una pancarta que negar a tus vecinos el empleo con el bastón de mando. Y así, desvergonzadamente, lo justificó Kichi, pareja como es sabido de Teresa Rodríguez, capataza del latifundio de Pablo Iglesias en Andalucía. Otra cosa es que haya un cierto sector del votante de Podemos, el pacifista, el anticapitalista o hasta el mediopensionista, que vaya a comprender sin tragarse el batracio lo que ahora entiende Kichi. Y como esta neoizquierda de salón de casino es más de la verosimilitud que de la realidad, la última salida del charco de Kichi ha contado en primer lugar con una fuga y finalizado con un sainete. De primeras señaló que, claro, las contradicciones afectan a aquellos que tienen «conciencia»; en el segundo, que asume la contradicción, pero que él no se contradice. «No es lo mismo, ¿no?», inquirió en una pregunta retórica enmendada por sí misma. Y no, Excelentísimo Señor, no es lo mismo ser gente decente que ser la casta que se contradice, no es lo mismo manifestarse en la calle que dirigir el Ayuntamiento. Que pregunte a sus antecesores.