Ely del Valle
El CIS-co del PP
Si alguien en el PP tenía alguna duda sobre el efecto que la mejora de la economía iba a tener en el electorado, la última encuesta del CIS se la ha quitado de cuajo: ninguna. Las previsiones de crecimiento del FMI no es que no calen, es que traspasan. La explicación, aunque algunos no la quieran ver, es muy simple: la salida de la crisis no es un mérito porque sencillamente era una obligación. Eso es lo que pensaron los millones de personas que siendo simpatizantes de otros partidos prestaron su voto a los populares en 2011 y es lo que siguen pensando ahora. Una vez cumplido el pacto –yo te apoyo y tú nos sacas de ésta– me vuelvo con los míos. Lo peor es que, además, mientras el Gobierno convertido en Fuenteovejuna se dedicaba a poner en orden la contabilidad, en los suyos, en sus votantes, ha cundido la sensación de estar bajo la tutela de un padrastro, cumplidor, sí, pero más seco que una tiza. Y eso, en un país en el que el voto es más una cuestión de tripas que de calculadora, es demoledor porque convierte cualquier posible relación amorosa en una simbiosis de la que sólo se espera que la parte contratante cumpla hasta que llegue el momento de extenderle el finiquito.
Rajoy no se ha querido enterar de que cuando una persona te dice que eres un camello, lo sensato es ponerlo en duda, pero que cuando te lo dicen más de dos, lo recomendable es mirarse en el espejo. Y lo que revela este CIS es que pretender tocar fibra y provocar la ilusión del respetable esgrimiendo cifras con decimales es darse de bofetadas con el principio básico del neuromarketing que mantiene que el vendedor que cree que lo más importante para vender es el precio del producto es que desconoce el valor simbólico de las cosas.
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