Política

El cónsul malaje

La Razón
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Repite Inocencio Arias en sus intervenciones en los medios: «Si un diplomático dice sí, significa tal vez; si dice tal vez, significa que no; y si dice no, pues es que no es un diplomático». El aforismo es revelador del tacto que debe caracterizar a los miembros de la Carrera, cuya principal habilidad es la ingesta de sapos sin modificar el rictus y el saber compaginar la firmeza en los argumentos con el más exquisito refinamiento florentino en las formas. Ni siquiera en la hora solemne de la declaración de guerra, está autorizado un embajador a perder la obligada «politesse». Enrique Sardà Valls ha sido destituido con carácter sumario de su puesto de cónsul en Washington, al que se hizo indigno por un desbarre sobre el acento de Susana Díaz, no sobre el concepto que tenga acerca de la mismidad de la presidenta. Con esa querencia al tópico chusquero que ha mostrado, cabría replicarle que se ha comportado como el clásico catalán malaje, ése que expele un eructo pestilente cada vez que intenta hacer un chiste pero no se trata de transitar esas catacumbas disgregadoras e identitarias: ocurre que este fulano ha errado el tiro, ya que la presidenta de la Junta es persona «cachondeable» por numerosos motivos, incluido el patinazo protocolario que supone ponerse un traje parecido al de la Reina. Pero sus discursos, de patética prosodia y contenidos terriblemente demagógicos, están dichos en un habla tan correcta como la que más y que, desde luego, no se parece en nada a su absurda transcripción ceceante, mala imitación de la peor literatura de los hermanos Álvarez Quintero. Bien Dastis, jerezano con acento de Burgos.